viernes, 5 de febrero de 2021

La profe Luciana (Capítulo III)

 La profe Luciana



Capítulo III: Sed de admiración



A decir verdad, hubo un contenido que llamó mi atención por encima de las demás, por lo menos en esa primera jornada de exploración de sus redes sociales. Era una foto de Luciana, una foto de cuerpo entero, en la que ella posaba de perfil. En la imagen Luciana aparecía de rodillas, con un vestido que había situado a la altura de su cintura, es decir que lo había ido remangando, de abajo y de arriba, situándolo todo en la zona de la cintura. Sus senos quedaron al descubierto, aunque en la imagen solo se ve uno de ellos, pues al estar de costado, uno se esconde tras del otro. También queda al desnudo su zona púbica, pues no se observa calzón o braga que la resguarde, aunque no se ve mayor cosa porque el ángulo que forma con sus caderas y sus piernas evita que se puede apreciar fácilmente lo que podría ser una inspiración para todo tipo de perversión.

La imagen viene acompañada de una leyenda que dice:

Imagínalo. Ya no están juntos. La separación es inminente entre ustedes. No hay tiempo suficiente en esta dimensión para resarcir el daño, sus almas jamás volverán a fundirse en una. ¡A la mierda el mundo!

Cada quien sabe lo que es suyo, ya no hay rastros de su piel sobre la tuya. Ustedes ya no están juntos. Se siente bien de todas formas. Se siente mejor de lo que recuerdas.

Tu energía sexual es pura, la fuerza motriz de la vida que anima los espíritus. La sexualidad es el núcleo de la creatividad, tanto literal como figurativa; es la madre de nuestros hijos, es la madre de nuestras canciones. Cuando oprimes tu sexualidad, tus deseos y tu placer; cuando te sientes sucia por ello, regalas la fuente de la creación que recorre tu ser. No te reprimas nunca, y mucho menos porque tu pareja ya no es tu pareja.

Ahora eres libre para encontrar a quien realmente valore agarrarte de la cintura, que considere entregarte sus caricias sobre tu espalda, que te trate como un manjar para saborear, que te contemple como un banquete para devorar.

Deja que te escupa en la boca que ya no es solo tuya, que no te importe. Nunca se ha sentido mejor”.

Era un monólogo destinado a llenar de confianza a las mujeres inseguras con su hombre, invitándoles a vivir libremente su sexualidad, y a su vez era una interpretación de sus deseos, quizá de su sentir, por lo menos así lo interpreté.

Para alguien como yo era una motivación a creer que una mujer de mente abierta y con tales ideales de liberación, estaría quizá dispuesta a entregarse a placeres carnales con cualquiera que supiese ganarse ese honor. Había chances incluso para alguien como yo.

Solo me restaba arriesgarme, intentar algo con ella. No iba a dormir tranquilo hasta que eso se hiciera realidad, o por lo menos hasta que hubiese hecho el intento.

Le di vueltas en mi cabeza a la forma de lograr mi cometido, pero era tan carente de iniciativa que no se me ocurría una situación ideal para interactuar con ella hasta llevarla al punto donde yo quería.

Lo único que tuve en mente fue acercarme una vez más a la academia, esta vez bajo el pretexto de querer pagar la mensualidad de las clases de mi mujer. Esperaría a que terminé su clase, la buscaría en privado, y con ese pretexto buscaría flirtear con ella.  

Recuerdo a la perfección que fue un jueves en la noche. Luego de un par de semanas sin asomarme por allí, volví; de nuevo dándome el lujo de disfrutar del cierre de su lección. Otra vez situado en aquella esquina que me hacía sentir seguro, una zona en la cual dejaba de sentirme intrusivo para el grupo aprendiz de las artes de la sensualidad, la seducción y por supuesto el pole dance.

Una vez que la clase terminó, Luciana salió del recinto, y al igual que la vez anterior, emprendió su camino por el extenso pasillo. Me acerqué a Adriana, la saludé y le conté que estaba allí por el hecho de querer ponerme al día con el pago de sus clases. Ella asintió con la cabeza y siguió concentrada escarbando en su mochila.

Salí del recinto y caminé por el pasillo. Al final del mismo había una puerta blanca con una estrella dorada y el nombre de Luciana, como si de una celebridad se tratara, por lo menos así lo sentía ella.

Llamé a la puerta, que estaba entreabierta, y a continuación escuché la voz de Luciana, que me invitaba a pasar.

Le saludé, pero antes de que terminara de preguntarle cómo estaba, Luciana interrumpió preguntando:

-       ¿A qué se debe su visita?... ¿Algo especial u hoy también vino solo a importunar a las chicas?

-       ¿A importunar? ¿A qué te refieres?

-       A morbosearlas, a instigarlas con su mirada acosadora – Dijo la sensual maestra, mientras que yo era incapaz de dejar de mirarle hacia su entrepierna

-       No Luciana, eso no es así. No vengo a acechar a nadie, vengo a recoger a mi mujer y me da pereza esperarla en el auto. Entro a tus clases a ver qué es lo que les enseñas, pero no acecho a ninguna de las chicas.

-       Me resulta difícil creerle, cuando no ha parado de clavarme la mirada en mi entrepierna

-       Discúlpame, no quise ser burdo, imprudente ni atrevido. Sinceramente fue un acto relejo, fue algo que no pude controlar. Perdóname por ello. – Dije a la vez que me ruboricé

-       ¿Qué necesita?

-       Venía a pagar la mensualidad de las clases de Adriana, mi mujer…

Saqué el dinero de mi billetera, lo conté y se lo entregué. Esta vez clavé mis ojos en los suyos, y no paré de observarlos por un largo rato. Me perdí en ellos, pues verdaderamente me parecían enigmáticos. Me parecía que con su mirada podía transmitir un sinfín de sensaciones, y que muchas de ellas evocaban el cortejo. De repente se me ocurrió comentarle que la había estado leyendo, y que me había parecido extraordinaria, muy talentosa, osada, pero especialmente valiente por permitir que más mujeres tuvieran esa inspiración para la vida.

 

-       ¿Qué te gusto de lo que leíste? – Preguntó ella mostrándose auténticamente intrigada

-       Leí muchas cosas, pero lo que más me gustó fue tu definición y concepción de la sexualidad como el eje motivacional de todo ser.  Eso de que la sexualidad es el núcleo de la creatividad, tanto literal como figurativa me pareció una reflexión interesante, concienzuda y acertada.

Ella quedó impresionada al ver que mi elogio no era mentira, al notar que era real que le había leído, y que era genuina la admiración que le había expresado como escritora

-       Te agradezco el cumplido. No pensé que un hombre se tomara el trabajo de leer mis reflexiones y mis relatos

-       Pues ya vez que sí, que acá hay uno que quedó tan maravillado con tu talento que no se aguantó las ganas de venir a conocerte

-       Ah mirá. Pensé que habías venido a recoger a tu mujer

-       Bueno, al comienzo sí. Pero para mí fue todo un evento eso de que Adriana dejara de ser una reprimida y pasara a ser una chica sexualmente activa. Por eso quise venir a ver qué era lo que aquí aprendía. Ahí te conocí y confieso que he quedado embrujado con tu ser. Eres hermosa, escultural, atlética, segura de ti misma, atrevida, desafiante, talentosa, eres mágica, definitivamente, con lo poco que te conozco me atrevo a asegurar que eres una en un millón.

-       Qué amable y generoso de tu parte, aunque suena un poco zalamero ¿No tendrás una doble intención conmigo?

-       Pues realmente no sé hasta qué punto podría llegar mi admiración por ti, pero sería un completo mentiroso si niego lo mucho que me atraes. No eres solo bella, sino culta y talentosa ¿Qué más puede pedirle uno a la vida?

-       ¿Te interesa que nos tomemos un café y charlemos en estos días?

-       Absolutamente. Sería un honor para mí

-       ¿Qué te parece mañana, a las cuatro? Nos vemos aquí y vamos a un sitio muy acogedor que hay a dos calles

-       Cuenta con ello

Me despedí con un tradicional beso en la mejilla, que me permitió sentir la suavidad de su piel por primera vez en la vida. Al otro día cumplí la cita, con mucho anhelo la esperé, y con absoluta puntualidad llegué. La noche anterior había dedicado horas a seguir explorando sus redes sociales, buscando con ello darme una idea mayor de la esencia de su ser.

El encuentro fue más que fructífero, pues congeniamos en más de una ocasión, pero lo más importante es que íbamos a finalizar acordando un próximo encuentro para algo mucho más comprometedor.

-       ¿Lo has leído, has leído a Octavio Paz? – pregunté a Luciana tras el primer sorbo de café

-       Claro que lo he leído, lo amo

-       Genial. Es simplemente una mente brillante, un referente para todos aquellos que atrevidamente incursionamos en el mundo de las letras.

-       Sí, sí, aunque yo soy más del estilo de Carla Márquez ¿La conoces?

-       Obviamente. Me ruborizo y me caliento de solo acordarme de parte de su obra

-       ¿A Almudena Grandes la has leído?

-       Por supuesto. Es más, cualquier persona que no haya leído Las Edades de Lulú, no debería ser digno de saludos entre adultos

-       Jajajajaja es verdad, es verdad. Ve, me gustaría ponerte a prueba, quiero hacerte dos preguntas. La primera es ¿Cuál es tu libro favorito de literatura erótica?

-       Es difícil escoger uno como favorito, aunque hay dos que merecerían pelearse por ese primer lugar: La Rebelión de los Follamantes y Las maneras del agua

-       No puedo creer que haya alguien en el planeta que disfrute tanto la obra de Margarita Villareal como yo lo hago

-       Pues ya ves…

-       Pero tú nos has venido hasta aquí solo para hablar de literatura ¿Tienes alguna intención conmigo?

Tragué saliva, sentí que lo más prudente antes de contestar a tan frentera pregunta era aguardar un par de segundos, darle un poco de dramatismo a la respuesta. Y al final admitir lo evidente, aceptar mi deseo hacia ella.

-       La verdad sí. Me has cautivado por completo. Eres la perfección encarnada. Ojalá no te incomode mi atrevimiento, no te incordie mi admisión, pues no es mi intención ni acosarte y tampoco irrespetarte

-       Tranquilízate, no me siento irrespetada, me siento deseada… ¿Te daría cargo de consciencia engañar a tu mujer?

-       No lo sé. Posiblemente sí, pero siento que nuestra relación está agonizando, que cualquier intento por rescatarla resultará infructuoso, y no vale la pena gastar energía y tiempo en algo así. Ella hace tiempo dejó de desearme, y yo hace tiempo empecé a sentir que estaba con ella por obligación.

-       Pues fíjate. Ya somos dos las víctimas de matrimonios mal llevados. Yo estoy dispuesta a hacerte tu sueño realidad, como por probar, al fin y al cabo que yo también sé lo que es estar atrapada en un matrimonio por una u otra conveniencia. Pero no va a poder ser ahora ni aquí. Yo debo terminarme este café e ir a dar una clase.  Además, que algo si te quiero aclarar, yo estoy dispuesta a todo contigo, pero tú tendrás que hacerme sentir como la deidad que dices soy para ti. Préstame tu celular…

Lo agarró entre sus manos y llamó al suyo

-       Ahí tienes mi número, guárdalo y me escribes más tarde, con eso vamos acordando cuándo y dónde nos vemos

No supe qué decir, solo sonreí, asentí con la cabeza, me despedí de ella, y salí del lugar torpemente, chocándome con uno de los muros. Estaba pasmado con lo que acababa de suceder.

Esa misma noche le escribí. No quería ser intenso con ella, pero sabía que, si no me pronunciaba de inmediato, se me iba a pasar la oportunidad. Ella no tuvo reparo en contestar, de hecho, fue muy jovial y abierta en sus conversaciones por chat. Acordamos que nuestro encuentro sería el viernes de la siguiente semana.

Tendría entonces una semana para preparar un encuentro a la altura de la situación, que no era cualquiera; Luciana era por lejos la mujer que más fantasías me había inspirado en mi vida, incluso por encima de Adriana en nuestros 10 años de matrimonio. Era la oportunidad de mi vida, por lo menos en lo que refiere a tener un polvo para recordar a la hora de morir. Estaba seguro de que una relación con una mujer tan descocada tenía que recordarse por los siglos de los siglos.

Reservé la Suite del Penthouse en el Hotel Four Season. Literalmente pretendía que fuera un polvo con altura. 

Esa habitación tenía un costo por noche cercano a los mil dólares, que para alguien como yo no es poca cosa. Pero sinceramente lo valía. Quería darme un gusto auténtico y cumplir con lo prometido, tratarla a la altura de una deidad, y lo primero era crear un ambiente digno de ella. Antes la llevaría a cenar al Matiz, que nunca decepciona.

Esa semana no hubo actividad sexual para mí. Ni sexo con Adriana, ni masturbación. Quería conservar mi energía vital para el momento deseado.

No sabía si ella cumpliría, si solo se trataba de una broma que le estaba jugando a un hombre obseso con su ser, pero de cumplir con lo prometido, me iba a hacer el sujeto más dichoso del planeta.

Tuve también que planear con detenimiento la excusa para ausentarme de casa sin que Adriana fuese a sospechar. Claro que tampoco fui muy creativo, le dije que tendría que hacer un viaje de trabajo, pero que el sábado, pasado el mediodía, estaría de regreso. Ella no tuvo mayor recelo frente a mi explicación, sencillamente la creyó; no tenía motivo para desconfiar de un tipo que le había guardado 10 años de sagrada fidelidad. Quizá también era una situación ideal para ella, posiblemente le estaba dando vía libre para meter a su amante en casa, si es que lo tenía.

También tendría que explicarle la causa de la desaparición de tan llamativa cantidad de la cuenta bancaria. Pero eso sería algo que me daría un poco más de tiempo, pues no era un movimiento del que fuese a darse cuenta de inmediato.

Claro que cuando llegase el momento, no iba a ser una situación fácil de explicar, pues era un movimiento que implicaba la desaparición de por lo menos mil dólares, y digo por lo menos mil porque no sabía si en mi estancia en ese hotel, con la sensual Luciana, el gasto pudiese incrementarse.

Capítulo IV: El vicio de sentirse deseada

Ese día tuve ansiedad desde el mismo momento en que desperté, pero al llegar el anochecer, la ansiedad empezó a mutar en euforia. Con Luciana habíamos acordado encontrarnos pasada una hora de acabadas sus clases, allí, en la academia donde las daba. Pensamos que una hora sería tiempo suficiente para conseguir que todos los conocidos desaparecieran de la zona...



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