viernes, 23 de julio de 2021

La profe Luciana (Capítulo XIX)

 La profe Luciana


Capítulo XIX: Nada dura para siempre




A nuestra fiel espectadora no la íbamos a volver a ver nunca más en la vida, pero sería esta experiencia la que iba a terminar marcando un antes y un después en nuestra relación.

Luciana quedó satisfecha en su anhelo nudista, pero un nuevo apetito se le despertó a raíz de nuestra vivencia en el Hedonism II All Inclusive Resort.

Eso de ver el gozo de otra mujer, al mismo tiempo que le evidenciaba el suyo, le generó una obsesión, un vicio a la siempre libidinosa Luciana. Resultó entonces que desde allí le surgió la curiosidad por acariciar, lamer y sentir un coño que no fuera el propio.

Claro que yo no me enteré de inmediato. Ella lo interiorizó, se guardó su deseo para sí misma, y me lo reveló solamente cuando su cabeza ya estaba más llena de certezas que de dudas.

“Ella es Camila”, me dijo una noche en que fui a recogerla al finalizar una de sus clases, al tiempo que rodeaba con uno de sus brazos a una de sus alumnas. Yo la saludé ingenuamente, sin saber todavía lo que entre ellas existía.

Pero Luciana me lo hizo saber de inmediato. Teniéndonos a los dos frente a ella, nos comentó su deseo de realizar un trío. Tanto Camila como yo estuvimos de acuerdo. Me entusiasmé, pues jamás había hecho uno, y más me motivaba la elección que había hecho Luciana.

Camila era una chica relativamente joven, tendría entre 20 y 25 años apenas. Era delgada, de piel blanca, cintura pronunciada, senos pequeños, cabello corto, y un rostro con unos rasgos muy finos y delicados.

Esa misma noche recurrimos a uno de los moteles capitalinos, al Chocolate Sweet más precisamente, donde pretendíamos saciar ese flamante deseo de sexo grupal. 

A pesar de todo el morbo que implicaba esta inédita situación, había algo en mí que no me permitía sentirme tranquilo ¿Por qué Luciana la había escogido precisamente a ella? ¿Se habrían acostado antes?

Y fue entonces que me carcomió la duda, la sospecha y especialmente los celos. Ese viaje de camino al motel, que se supone debió ser un momento de conversación entre dos desconocidos que pretenden conocerse, me tuvo a mí en silencio, retraído y desconfiado. Es que sentir celos no es algo que se produzca solamente hacia otro hombre, sino hacia todo ser que puede robar el cariño de la mujer que amas.

No pude despojarme de mis complejos ni siquiera cuando estuvimos los tres desnudos en aquella habitación. No importaba lo muy atractiva que resultara esta nueva invitada a nuestros coitos, ni el morbo de la situación; para ese momento era poseso de esa amargura tan propia de quien se siente traicionado.

Camila tampoco se mostró entusiasta. Parecía tímida, desconfiada y ciertamente incómoda con mi presencia. La única que disfrutó de la experiencia fue Luciana, que estuvo más activa que nunca. A los dos nos besó, a los dos nos acarició y nos masturbo, y a los dos nos regaló una de sus exquisitas felaciones, pero nada de eso logró que nos desinhibiéramos.

Como Luciana era la intermediara entre Camila y yo, que no éramos más que un par de desconocidos, el polvo se convirtió en una disputa entre ella y yo para gozar de las delicias de Luciana.

Cuando ella le besaba, yo anhelaba besarla, no importaba que yo estuviera entretenido comiéndole su exquisito coño. Igualmente, cuando ella le relamía su exquisita vulva, yo sentía celos de no ser yo quien estuviese en esa posición, a pesar de que yo estuviese besando sus bonitos labios.

Luciana de seguro notó la tensión que existía entre nosotros, y buscando distender las cosas, nos propuso que la primera en ser penetrada fuera Camila. Los dos accedimos, básicamente por complacer a Luciana en su pedido. Camila se puso en cuatro y yo la empotré. Luciana se situó frente a ella y empezó a besarla.

Yo sentí rabia de que Luciana hubiese preferido besarla a ella, y mi manera de expresar mi molestia fue con una penetración brutal, muy poco delicada, como buscando castigar a esta maldita lesbiana por su atrevida intromisión.

Camila había sido fría, desabrida y parca en un comienzo, pero a medida que arremetí a punta de fuertes embestidas, no pudo evitar dejar escapar un par de lamentos.

Luciana no tardó en expresar su deseo por relevar a Camila en aquello de sentir un pene en su interior. Se puso en cuatro y me invitó a penetrarla, estaba empapada.

Fue quizá el mejor momento de la noche, pues una vez más estaba fundiendo mi alma y mi ser con mi amada Luciana. Camila se situó frente a Luciana y empezó a besarla. Quedó de frente a mí, y fue en ese instante donde busque gesticular más que nunca, pues quería hacerle evidente que yo solo gozaba con Luciana, que ella sobraba en nuestra relación.

Sin embargo, cuando me vio algo agitado, se ofreció a relevarme. Luciana propuso que entre ellas se brindaran sexo oral, mientras que yo iba a ser libre de penetrar a cualquiera de las dos.

Así ocurrió, Luciana acomodó su rostro en la entrepierna de Camila, mientras que esta última hizo lo mismo. Opté por penetrar a Luciana, que era quien realmente me interesaba, la dueña de mis fantasías, y de mis orgasmos. Pero viendo que esa noche no era solo mía, me mentalicé en alcanzar el orgasmo lo más pronto posible, para dar por culminada mi participación en aquella relación. Me di el gusto de sacar mi pene de la vagina de Luciana para descargar mi esperma en el rostro de Camila, no porque esto me generara algún tipo de fantasía, sino porque sabía que esto era algo que seguramente le molestaría a la intrusa.

No pasamos la noche en el motel, Camila aún vivía en casa de sus padres y debía llegar a dormir esa noche. Nos ofrecimos a llevarla, en lo que fue un viaje nuevamente silencioso.

Cuando la tercera en cuestión descendió del vehículo, Luciana y yo charlamos, tuvimos aquella conversación que nunca quisimos tener, esa que marcaría el fin de nuestra aventura extramatrimonial.

-       ¿Qué tal, te gustó? – preguntó Luciana

-       ¿Camila?

-       Sí, sí, y el polvo…

-       Es una chica bella sin dudas, pero te soy sincero, no me gustó

-       ¿Por qué?

-       No quiero compartirte con nadie

-       Siempre me has compartido. Cuando me conociste me compartías con mi esposo, y ahora con Camila ¿Cuál es el problema?

-       No lo sé, lo cierto es que no quiero compartirte

-       Pues lo tienes difícil porque yo estoy encantada

-       ¿Disfrutas más con ella?

-       No es eso, son diferentes formas de complacencia

-       Eso es que sí

-       Te digo que no, pero si así fuese ¿Qué pasa? ¿Qué tiene de malo que yo disfrute? ¿Te molesta que yo goce?

-       No. Me molesta que sea otra persona diferente a mí la que te genere ese gozo. Siento que estorbo

-       Pues no es así, ya te digo, son placeres diferentes ¿Tú no disfrutaste con ella?

-       Poco la verdad. Ni una quinta parte de lo que disfruto contigo. Cuando no hay química, no la hay, y punto

-       No pensé que pudieras estar tan lleno de prejuicios, te pareces a Luis Gabriel

-       Bueno, esto ya es el colmo ¿Entonces si no estoy de acuerdo con compartirte es que soy idéntico a tu esposo? Por favor…

-       Mira, yo estoy encantada con esta experiencia. Es algo nuevo para mí, y realmente me ha gustado. Si no vas a ser capaz de tolerar y de compartir mis deseos, lo mejor es que dejemos las cosas aquí

-       Pues la verdad sí. Prefiero dejarte ir antes que compartirte

Llevé a Luciana a su casa, no me importó el conflicto que se pudiese armar al interior de su hogar al llegar a la madrugada en el carro de otro hombre. Estaba cegado por la ira, y tenía asumido que esos eran nuestros últimos instantes juntos. Sabía que después de esto iba a ser difícil que Luciana volviera a dirigirme la palabra.

Ella descendió del vehículo sin pronunciar palabra, de hecho, ni siquiera me miró. Solo bajó, azotó la puerta y se marchó.

 

Capítulo XX: Fiebre de sábado

Y ahí estaba una vez más solo y a mi suerte, y esta vez sí que podía llegar a ser doloroso. No habría un próximo hola, ni ocasión nueva para vernos a los ojos y ser confesos de nuestro deseo mutuo con solo esa mirada, nuestros genitales no volverían a encontrarse, no volverían a sudar y a combinarse cara a cara; eso sí que podía llegar a ser deprimente, de hecho, lo fue, pero siento que logré superarlo más pronto de lo que esperaba. Luego de tanto que amé y desee a Luciana, haberla superado en un abrir y cerrar de ojos era una verdadera muestra de carácter, pues pienso que en otra época de mi vida no habría sido así de fuerte con una pérdida...

 




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