Capítulo III:
¡Qué vivan los novios!
Habían pasado unos meses ya desde la noche del doblete. Majo y yo
continuamos nuestra relación, follando en su apartamento, a veces en el mío, en
el de algún amigo y hasta en sitios públicos. Con Majo no se escatima en nada
cuando a sexo se refiere. En ocasiones, cuando iba a visitarla a su
apartamento, me encontraba con Esperanza. De verdad, que me hacía sentir
incómodo. Más si se tiene en cuenta que ella aprovechaba cualquier distracción
para coquetear o insinuarse. Pero poco a poco lo ocurrido con Esperanza fue
convirtiéndose en un recuerdo lejano.
Y si bien Esperanza era un tanto intensa y un poco
incómoda para mí, no fue la última mujer de esta familia que iba a ponerse al
servicio de este servidor.
Laura, su otra hermana que vivía en
casa, llevaba varios meses planeando su boda. Se iba a casar y por supuesto que
estábamos invitados. Tenía bastante claro que yo iría a ese matrimonio solo por
ser el novio de turno de Majo. Laura y yo, hasta ese entonces, nunca pudimos
entrar en confianza. Nuestra relación se daba en un tono muy formal, era
respetuosa pero distante, a tal punto que no admitía conocer detalles
específicos o íntimos de nuestras vidas.
Recuerdo que cuando empecé a salir con Majo, la hermana
que me generaba más fantasías era ella, Laura. Pero su carácter cortante y frío
hizo que ese deseo se fuera diluyendo. Para ese entonces me calentaba bastante
ver a Laura con cualquier tipo de prenda. Era una mujer a la que siempre se le
marcaba la entrepierna, sin importar lo que llevara puesto; bueno, cuando usaba
faldas era imposible que se le marcara algo, pero con cualquier otra cosa era
imposible no mirarle allí. Al igual que sus dos hermanas menores, heredó una
contextura delgada. Era bastante flaca, no tanto como Majo; de hecho, se
parecía mucho más a Esperanza. Pero era más alta, su pelo era castaño y liso.
Sus ojos también eran marrones, grandes y expresivos como los de sus hermanas.
Sus senos eran considerablemente grandes, un poco más que los de Esperanza, y
su culo, que no era macizo, tenía una bonita forma, era de una redondez
extrema. Lo imaginaba blanquito y suave, flácido, pequeño, pero bien redondito,
todo un caramelito.
Ahora, luego de conocerla por un largo par de años, mi
fascinación por ella había disminuido, casi desaparecido. Realmente lo que más
me gustaba de ella eran sus amigas pero con dificultad lograría que me las
presentara.
El matrimonio de Laura implicaba dos hechos que tenían
muchísima importancia para Majo y para mí. Al casarse se iría a vivir con su
esposo, lo que significaba que, en los momentos en que Majo y yo nos poníamos
calientes en su apartamento, tendríamos que estar pendientes de una persona
menos. También traía consigo otra buena noticia para nosotros, había una boda,
seguida de una recepción para invitados con fiesta incluida. Para Majo y para
mí esto significaba que teníamos la oportunidad de tirar en dicho evento, jamás
lo habíamos hecho en la fiesta de una boda y, estando tan cerca la fecha, nos
moríamos de ansiedad porque ese día llegara, habíamos fantaseado una y otra vez
con follar en una fiesta de matrimonio.
El día de la boda pasé por el apartamento de Majo para
recogerla. Lucía hermosa. Todas lucían divinas, Laura, Esperanza y su madre. Yo
odiaba usar corbata, pero esta era una de esas ocasiones en que se hace
necesario. Finalmente, me convencía a mí mismo de que valía la pena hacer dicho
sacrificio si la recompensa era follar con Majo en el evento. Llegamos a la
Iglesia, allí se encontraron con muchos familiares, fue un momento algo
incómodo. Como no era directamente familiar de nadie allí, pasé de largo
saludando a los presentes sin detenerme a intercambiar una conversación dado el
desconocimiento y falta de confianza. En el banquillo me senté junto a Majo
como era de esperarse, y junto a una señora que sentía mucho entusiasmo
cantando las canciones de la iglesia. ¡Qué vieja insoportable! Pero dispuesto a
todo debes estar si en el evento de boda quieres follar.
Era inaudito. Durante la misa de matrimonio, Esperanza,
que estaba en diagonal hacia nosotros, miraba de reojo y aprovechaba cualquier
descuido de Majo para coquetear conmigo. A esta altura ya no me incomodaba si
no que me hacía gracia.
Al lado de ella estaba Karla, la
hermana mayor. Karla realmente es medio hermana de este grupo de provocativas
mujeres. Es la mayor de todas y es producto de un descuido juvenil de
Mariajosé; en la época en que aún no conocía al padre de Majo, Laura y
Esperanza. Karla, a mí parecer, era la más atractiva de las mujeres de esta
familia, además de ser la más calentorra. Ya habrá tiempo para ahondar en ello.
La misa terminó, afortunadamente, y todos los allí
presentes salimos rumbo a un pequeño salón de eventos que no quedaba muy lejos
de la iglesia donde estábamos. Majo y yo sabíamos que nuestro deseo estaba a
punto de cumplirse, solo era cuestión de tiempo para poder concretar dicha
fantasía. Menos mal, pues los dos exudábamos calentura, éramos la auténtica
expresión del deseo con el que vienen al mundo las criaturas de Dios.
Llegamos al lugar del evento y todos los invitados nos
fuimos acomodando en las mesas de acuerdo a la importancia que tenía cada uno
en referencia a la cercanía o vínculo familiar que se tenía con los novios. No
lucía bien esta situación, yo, por ser el novio de Majo estaría en la mesa
destinada a los hermanos y hermanas de los novios. Por supuesto que sería
complejo soportar a Esperanza en la misma mesa, pero al fin y al cabo yo tenía
claro a lo que iba.
Y mientras los invitados charlaban y bebían, esperando
por la comida y luego por un brindis por los recién casados, Majo abandonó su
puesto. Pidió disculpas a los que estábamos allí en la mesa diciendo que iría
al tocador. Inmediatamente fingí que entraba una llamada a mi celular, no sé si
lució creíble o no, pero lo cierto es que me dio la posibilidad de abandonar la
mesa sin parecer grosero con quienes estaban allí. Alcancé a Majo en la entrada
a los baños, optamos por entrar y hacerlo en el de mujeres ya que habitualmente
es más limpio.
Nos encerramos en un cubículo y empezamos a besarnos.
Como sabíamos que parecería sospechoso que ambos desapareciéramos al mismo
tiempo, intentaríamos no demorarnos y por supuesto no volver juntos a la mesa.
Majo apenas se subió el vestido lo suficiente, corrió su tanga hacia un
costado, mientras yo bajaba por completo mis pantalones.
Me montó y empezamos a culear
sentados sobre el inodoro. Majo se cubría la boca con una de sus manos,
tratando así de evitar el ruido y llegar a ser descubiertos. Rápidamente cambió
el ritmo y empezó a sacudir su delgadito cuerpo sobre mí. Nos mirábamos
fijamente a los ojos y éramos cómplices de esa situación que tanto morbo nos
generaba. Tuvimos suerte, durante los cortos cinco minutos en que follamos a
todo dar, nadie entró en el baño. El momento de mi orgasmo fue un dilema; podía
manchar con facilidad el lindo vestido de Majo, que era beige, o mis
pantalones, que eran negros. Sin embargo, Majo fue muy hábil. Estuvo siempre
muy pendiente de detectar en mis gestos cuando llegaría ese momento. Cuando lo
vio venir, rápidamente se quitó y se arrodillo buscando atrapar todo mi semen
con su boca. Era una maniobra difícil porque tenía que ser justo allí, pues de
permitir que cayera en cualquier otra parte de su rostro, se arruinaría su
maquillaje. Pero Majo fue hábil, de hecho, toda una artista para atrapar mi
esperma en su boca.
Una vez cumplida nuestra fantasía,
acordamos que ella saldría, echaría un vistazo a la puerta y me avisaría si era
seguro salir de allí, fue sencillo. Volví a la mesa, no había pasado hasta
ahora nada nuevo. Majo llegó cinco minutos después y se sentó al lado mío como
si nada hubiese ocurrido.
Los novios no parecían estar disfrutando mucho del
evento. Laura estaba pendiente de cómo salía la organización de la fiesta, mientras
que su esposo estaba sentado junto a sus padres y los padres de la novia, en lo
que supongo yo, era una charla tensa. Yo permanecía en la mesa, realmente
aburrido porque al ver mi objetivo cumplido no veía por cuál razón debería
seguir estando allí. Los demás asistentes ya tenían una copa de licor en sus
manos, supongo que las habían repartido mientras que estaba con Majo en el
baño. Estar en ese evento y sin si quiera una gota de alcohol en mi organismo
se me hacía una tortura. Me levanté de la mesa y le dije a Majo que volvería en
un rato, que iría a buscar un trago. Le pregunté si ella quería uno, a lo que
respondió que sí.
Di una vuelta por todo el salón buscando si habían
dejado una bandeja llena de copas por ahí a la deriva. Como no la encontré fui
a la cocina para buscar allí a algún mesero que me alcanzará un par de copas.
Me llevé una tremenda sorpresa apenas entré a la
cocina. Mis ojos no podían creer lo que veían. Era Laura, estaba follando con
un cocinero. Ella estaba apoyando sus manos sobre un mesón mientras el cocinero
la penetraba desde atrás. No se habían dado cuenta de que yo estaba allí, así
que me escondí antes de que notaran mi presencia. Me agaché y me hice atrás de
unas bolsas enormes que estaban llenas de pan.
Levantaba mi cabeza lo suficiente
para poder seguir viéndolos. Follaban fuertemente, pero lo que hablaban o
cualquier otro tipo de sonido que saliera de ellos quedaba tapado por el ruido
que hacían las ollas y los invitados al otro lado de la puerta. Noté como Laura
lo apuraba para que acabara, el cocinero le daba con todas las ganas y fuerzas
que tenía. Finalmente terminaron, lo vi empujar a Laura con dureza un par de
veces y luego desplomarse sobre su espalda. Me preguntaba si la recién casada
se estaba protegiendo.
Haber visto esto me calentó
muchísimo. Pensé en salir de allí y buscar nuevamente a Majo para repetir, pero
ya la fantasía estaba cumplida, no valía la pena repetir exponiéndonos a ser
descubiertos. Rápidamente descarté esa idea y pensé en lo que acababa de ver.
Laura no estaba mal y si estaba dispuesta a volver cornudo a su marido con un
cocinero, ¿Por qué no conmigo?
Al final de cuentas yo tenía una gran
ventaja, había visto todo y podía jugar cruelmente con el chantaje, hacerle
sentir que estaba en mis manos, convertir el supuesto día más feliz de su vida
en el más bochornoso.
El cocinero se rehízo y continuó con sus labores. Noté
como Laura lo apuraba para que sacara rápido los platos para los invitados.
Apenas terminó de darle órdenes al cocinero la vi venir hacia la puerta, iba a
volver al salón junto a los invitados. Era ahora, era el momento de actuar.
Justo cuando iba pasando al lado de las bolsas, tras las cuales yo permanecía
escondido, me levanté y ella se llevó tremendo susto. “¿Qué haces acá?” me
increpó la infiel y descarada mujer. Estuve en silencio un par de segundos,
mirándola a la cara, di un paso al frente y acercándome le dije, “acabo de
verlo todo”. Se quedó en silencio por un instante; tragando saliva me dijo
“¿qué fue lo que viste?”
Sin dudar le dije, “he visto todo, absolutamente todo
querida. Tu matrimonio está en mis manos”. Ella no sabía qué hacer, me
preguntaba qué era lo que quería yo de ella. Le dije que era obvio, era claro
cuál iba a ser mi pedido. Le dije que quería que hiciera conmigo lo mismo que
había hecho con el cocinero. Me miró extrañada, quizás con un poco de ira en su
mirada. “¡Estás loco!, eres el novio de mi hermana y además como puedes
apreciar ya soy una mujer casada”, dijo mostrándome su sortija en el dedo. Le
respondí diciéndole que ya era una mujer casada mientras follaba con el
cocinero; que estaba en mis manos la decisión de convertir, o no, su matrimonio
en un escándalo de inmensas proporciones.
No tenía como zafar; permaneció en
silencio por un par de segundos y al verse derrotada accedió de mala gana a mi
pedido.
Me llevó junto al cocinero, al lado
de la puerta era un riesgo total hacerlo. Además, el mesón en que la había
follado hace solo unos minutos con el cocinero parecía tener cierto embrujo
para Laura. Mientras el cocinero estaba pendiente de la puerta, Laura se sentó
en el mesón, abrió las piernas y me invitó a empezar. Su vagina era preciosa,
tan deliciosa como la había imaginado durante los últimos dos años. Todavía
estaba un poco mojada, supongo que del reciente coito con el cocinero. Sabiendo
el lio en el que me estaba metiendo debía ser precavido, no podía desvestirme
allí, fácilmente podrían encontrarme con los pantalones abajo y con las manos
en la masa; así que saqué mi pene por la abertura de la cremallera. No hubo
tiempo para deslizar mi lengua sobre su coño, me habría encantado hacerlo, pero
no era el momento.
Agarré mi pene con una mano y lo
conduje por entre su muy apretada vagina. No sabía si Laura era una mujer
reprimida, o sencillamente no quería hacer ruido, o si le generaba tan poco
deseo, lo cierto es que no se expresó más allá de unos tímidos jadeos y unos
cuantos gimoteos.
La follé con muchas ganas, mientras se
la hundía con todo el empeño del mundo, bajé su vestido lo suficiente para que
sus senos quedarán al aire. Eran lindos, decorados con un exquisito pezón rosa,
un poco caídos, pero de buen tamaño. Aún recuerdo como le brincaban.
De verdad que Laura se me hizo un
poco fría, algo rígida, no era de moverse mucho ni de gemir. Algo aburrida,
pero yo no dejé que eso me arruinara el momento. Al fin y al cabo su vagina
estaba transpirando, estaba emanando esa innegable excitación que sus gestos se
negaban a evidenciar.
Laura me apuraba porque tenía que volver con los
invitados, al ver su mala actitud y el apuro que tenía decidí follarla con
sevicia, moverme sin ningún tipo de consideración hacia ella, buscando exclusivamente
correrme lo más pronto posible. Me dejé llevar tanto que no hubo tiempo de
sacarla. La terminé rellenando como a pavo en nochebuena. Una vez que terminé,
permanecí unos segundos allí, inmóvil, pegado a ella. Laura se quedó mirándome
fijamente, se veía la ira y el odio en su expresión. “¡Sacala rápido maldito
cerdo!”.
Saqué mi pene y volví a reacomodarlo
en mi pantalón. Le dije que debía volver al salón con un par de tragos en las
manos, me los dio muy apurada, y salí rápidamente de allí rumbo a la mesa.
Majo lucía feliz en la mesa, charlando con los otros
invitados. Le llevé la copa y al notar que la conversación que mantenía con los
invitados era acerca de los planes de bodas que le estaban armando, supe que
tenía que huir antes de verme comprometido con alguna declaración de esas que
salen obligadas por presión social.
Capítulo IV: Tentando al destino
Ir a la boda de Laura fue una buena decisión. De verdad
que mi relación con Majo tomó un segundo aire a partir de ese día. Y es que
para Majo solo surgieron buenas noticias desde entonces. Consiguió que
renovarán la beca de sus estudios por un año más, había conseguido un buen
trabajo que alternaba con sus estudios, y su dicha fue mayor cuando se enteró
de que sería tía y veía como de a poco, y con mucho esfuerzo, conseguía que su
relación conmigo se fuera afianzando...