viernes, 8 de enero de 2021

Te esperaba

 


Por Daniela E./Columnista invitada


Te esperaba ansiosa, le pedí a mi mejor amigo que se quedará para que te conociera y me ayudará a reducir un poco aquellos nervios que me acechaban con el revoloteo de miles bichos en mi estómago, me encantaría llamarle mariposas pero estaría mintiendo, más bien eran polillas quemando, ambos sabíamos lo que pasaría, ya lo habíamos planeado tiempo atrás, jamás hablamos de sentimientos tu sólo eras un Casanova en busca de una presa, y yo... yo sólo fingía no ser esa presa, protegiéndome con escudos de acero para salir ilesa.
Llegaste tímido, como siempre porque es así tu personalidad, tu rostro tan perfecto me dejó sin habla. Comencé a sudar, mis latidos se aceleraron, mi sangre corría más rápido que la R15 y no supe como saludarte, solo yo.... Solo te di la mano y te miré de lejos.

Me trajiste esa paleta que me habías prometido para nuestro arduo trabajo creativo en nuestro acto, no dejábamos de sudar y sólo eran palabras las que estábamos intercambiando, así que propuse salir a caminar para quitar esa tensión y tentación por estar solos en la habitación.
Platicamos, bromeamos, reímos, jugamos y el sol desaparecía, así que te traje de vuelta al cuarto de emociones, tomaste la computadora, me mostraste tus raros gustos musicales y... regresaste a mí, tomé tu mano y era muy caliente, no lo pude evitar, mi respiración era muy lenta, la temperatura no estaba a nuestro, nos estaba deshaciendo, mi boca reseca me hizo meter tus dedos a mi boca para poder tener saliva, me veías sorprendido, como no sabiendo cuál era la finalidad de mi acción, no dejabas de mirarme con ojitos de ternura.
Pero al sacar tus dedos mojados de mi boca envueltos con esa textura resbalosa, me besaste, y me hundí, me perdí, se detuvo el tiempo y sólo existimos tu y yo.
Encima de ti, sin despegar nuestros labios y al abrir mis ojos los tuyos estaban cerrados, es extraño que un chico en estas fechas tenga el valor para hacerlo y disfrutar lentamente de los labios de otra persona, sin la prisa de tener que penetrarte.
Tu cuerpo se calentaba cada vez más igual que el mío lo hacía, y mis manos en tu cuello se mojaban con el agua que desprendía de tu cabeza, tus manos envolvían mi cuerpo y cada vez bajaban más, fue raro después de tanto tiempo estar con alguien así, y que a pesar de no involucrar sentimientos no te trate como a una puta, con el clásico estereotipo.
Tus manos me desvistieron lentamente, apreciándome, saboreándome, tocándome, deslizando tus manos en cada punto de mi ser y dejando saliva en cada pliegue.
Quité tu playera, tu pantalón y todo lo demás que nos estorbaba con la prisa del infante que espera con anhelo la llegada de Santa en nochebuena.
El único momento que separaste tus labios de los míos fue para besar mis pechos, succionar mis pezones; me excitaba. Con una mano me apretabas el cuello y con la otra acariciabas mi trasero. Una vez desvestidos, sin separar nuestros labios, comenzó la acción, te ordené que te acostaras y me paré sobre ti para después bajarme, sumergirme.
No dejabas de verme directo a los ojos, era inevitable no sonrojarme, pero mi seriedad no me delataba, y fue ahí, ese punto donde volví a la vida, ese dolor por tenerte dentro era placentero y cada vez lo hacía más rápido, cabalgando entre cascadas de nubes rojas, tu rostro se tornaba cada vez más colorado y no separabas tus manos de mis pechos, ni tus ojos de los míos.
Te pedí que dejaras de mirarme a los ojos, pero argumentaste que era inevitable no verme sufrir con gestos de dolor placentero, yo no podía dejar de bailar sobre ti, ese punto desesperante donde tu clítoris está gigante y la humectación de tu sexo cada vez se hace más abundante es celestial, el sexo es de los regalos más hermoso que nos dieron los creadores del universo, no se trata de sólo meter tu estúpido pene en una vagina, hacer gritar a la chica y correrte, se trata de disfrutar cada movimiento, lento o rápido, sentir los cuerpos húmedos, visualizar el estado de esa sensación que sólo ocurre al cruzar dos almas en el plano físico tridimensional.
Las consecuencias son miles pero el momento es sólo uno, no estoy diciendo que practiquen el arte de tener relaciones como los perros en la calle, si no que aprendan a disfrutar cada micro segundo, que el sitio sea con paz, que sus corazones estén al menos en ese momento del uno para el otro así como lo está su cuerpo, y que pase lo que pase sólo disfruten el maldito instante con sabor a gloria.

Trío imprevisto

 


Por: Luis C/Columnista invitado

Hace un par de años logré que mi novia de ese entonces, Carolina, una chica muy tímida y sumisa, que apenas había cumplido sus 19, follara con otros hombres. Para resumir la historia, después de probar muchas cosas en el sexo quería hacer algo nuevo y me topé con estos vídeos de mujeres que cogían con otros frente a sus novios.
La simple idea de imaginar a mi novia así, me la ponía durísima. Al principio, para cumplir esta fantasía le decía a Caro que imaginara a algún amigo mientras la follaba. Inicialmente se negó porque supuestamente solo tenía ojos para mí, pero después de unos meses ella era quién pedía imaginar a uno de nuestros amigos. Ella cerraba sus ojos mientras la penetraba y se corría imaginando a nuestro dichoso amigo.
Su primer encuentro fue en su fiesta de cumpleaños. Ella esa noche usaba un leggins negros y una camiseta. Le había dicho con anticipación que esta noche podría cumplir su fantasía de ser cogida por Jorge, nuestro amigo. Ella al principio se negó, pero después aceptó.
Planeamos todo, pediríamos quedarnos a dormir, fingiría estar muy ebrio y me iría supuestamente a dormir mientras ella se lo cogía.

Recuerdo que esa noche fuimos los únicos que nos quedamos, así que nos fuimos todos a su habitación. Jorge había bajado a ordenar para dejar todo listo, le dije que me iría a dormir y me recosté en el sillón que estaba a pocos metros de la cama.

El corazón me latía muy rápido, la idea de que en poco tiempo mi novia iba a complacer a otro hombre me dejaba con una extraña sensación de nervios, de excitación.

Primero calenté a Caro para que no le diera timidez ponerse coqueta para Jorge, nos besamos por un buen rato y la masturbé un poco por sobre la ropa. Le dije que se acostara en la cama de Jorge y que se bajara un poco el leggins, ella obedeció y se lo bajó un poquito, apenas para dejar ver un poquito de esas delicadas y bellas nalgas blancas. También su tanga negra, esa que yo le regalé en uno de nuestros aniversarios.

Entrecerré mis ojos y ella también, esperamos uno o dos minutos que parecieron eternos, sentía cosquillas en el estómago y el corazón en la cabeza.

Nuestro amigo abrió la puerta y vio a mi novia acostada así, un poco nervioso fue a remecer a Caro muy suavemente y le dijo

‘’Caro, acuéstate con Luis’’. Ella fingió despertar y le dijo ‘’ ¿Y si nos acostamos un ratito juntos a conversar?’’

Jorge se sentó en la cama cerca de ella, ella se acercó a su boca y le dijo ‘’No te preocupes que Luis está muy ebrio’’.

Inmediatamente después de eso Caro le da un beso suave, Jorge, muy nervioso, mira en mi dirección (yo intentando ocultar mi erección con unas mantas con los ojos entrecerrados).

“Caro, estás muy ebria y yo no le puedo hacer esto a Luis”. Mi novia lo tomó del brazo y lo acercó a ella, nuestro amigo no pudo resistir y le acarició despacio las nalgas que aún sobresalían un poco del leggins, a veces jugaba metiendo sus dedos entre las costuras de la tanga mientras mi novia lo besaba muy apasionadamente.

Después de un rato Caro se quitó la camiseta y el leggins, Jorge también se quitó la camiseta, la tomó de la cintura y le dijo algo así como “siempre quise hacer esto contigo, Caro”, la besó despacio, mientras con una mano acarició sus nalgas y con la otra la masturbó.

Caro empezó a besar el pecho de nuestro amigo en dirección contraria a mí, bajaba con sus labios lentamente, yo veía sus nalgas desde ese lugar, a la vez que observaba a Jorge derritiéndose del gusto.

Caro bajó hasta el punto de quedar en cuclillas, desabrochó los pantalones de Jorge y saco su verga. Escuché ese sonido húmedo de la boca de mi novia en la verga de Jorge. Estuvieron un buen rato así, mi novia comiéndole el rabo, mientras que él jugaba con el cabello de mi chica.

Después de un rato mi amigo se acostó y Caro se puso sobre él, restregando su vagina, aún resguardada por su tanga oscura, sobre la verga erecta de mi amigo.

Caro se movió la tanga a un lado y dejó que mi amigo se la rozara directamente, después se acercó a su rostro y le dijo –“esta noche sólo te la chuparé”

Pero Jorge ya estaba iniciado y no iba a permitir que Caro lo dejara con el calentón. Cuando ella pareció darse la vuelta para dejar las cosas ahí, Jorge la agarró de los brazos, la empujó contra una pared y la penetró desde atrás, sin ningún tipo de miramiento.

“Lucho ayúdame, ayúdame”, comenzó a gritar Caro mientras Jorge le deslizaba su miembro por entre las paredes de su vagina.

No era exactamente lo planeado, pero esto me excitó más de la cuenta. Inicialmente no reaccioné, seguí tumbado allí, fingiendo estar profundamente dormido. Quería ver hasta dónde podían llegar Jorge y Caro en esta situación que yo había propiciado.

Pero luego la excitación me venció, abrí los ojos y me puse en pie. Jorge se detuvo, quedó helado y empezó a tartamudear mientras buscaba una explicación para darme, pero yo lo tranquilicé de inmediato, le hice saber que todo esto era planeado. Sin embargo, ahora yo quería unirme al jolgorio.

Le propuse seguir penetrándola mientras ella me regalaba una de sus espectaculares mamadas. Caro no parecía del todo convencida para realizar su primer trío de esta manera, pero bastó una mirada mía a sus ojos para llenarla de confianza.

Tristemente para Caro y para mí, la fantasía del trío duró poco tiempo hecha realidad, Jorge se corrió rápidamente, y al final fue él quien terminó viéndonos coger.

Con el tiempo aprendimos a escoger mejor a los terceros de nuestros adulterios.

Diario de una puritana (Capítulo VI)

 Diario de una puritana



Capítulo VI: Lecciones de una puritana entusiasta





El sábado dormimos hasta tarde. Nos despertamos sobre el mediodía en medio de un ambiente colmado de un denso olor a sexo. Yo fui el primero en despertar, con la tranquilidad de no tener mayor responsabilidad para ese día. Me quedé un par de minutos sentado meditando sobre la cama, observando a Mafe mientras aún dormía.

Reflexioné sobre lo que hacía e incluso sobre lo que sentía, para darme cuenta de que la velada de pasión todavía no había transformado mi percepción sobre lo que sentía por Mafe; para mí seguía siendo solo una oportunidad de echar unos cuantos polvos. Claro que tampoco quería ser un canalla, no quería desecharla como a una vulgar puta, quería corresponder a su afecto pero sin enamorarle.

Rápidamente me vestí, sin haberme duchado, ni peinado, ni nada. Fui a la calle para comprar algo de comer. Cuando volví Mafe había despertado, aunque por su cara aún somnolienta parecía que no había pasado mucho tiempo desde eso.

Se despertó supremamente cariñosa, evidenciando que lo vivido los últimos días había sido trascendental para ella. Su actitud era completamente diferente a la que tenía una semana atrás, cuando era mucho más tímida, introvertida y seria.

Durante esas horas temí por los sentimientos que Mafe pudiese desarrollar hacia mí. No quería enamorarla, ni hacerla sufrir, ni dañar la buena relación que habíamos construido más allá del sexo. Sabía que no podía corresponder del todo a su trato cariñoso, pero tampoco podía ser cortante y despreciarla. Debía hallar el punto medio, hasta hacerle saber que lo nuestro era sexo y nada más.

Nos sentamos a comer y planear lo que haríamos esa tarde. Las horas de sueño me sirvieron para restablecer un poco el aliento, pero no para recuperar el apetito sexual del todo, aunque debo decir que esa tarde revivió y todo por virtud de Mafe, que estaba desatada, estaba insaciable.

Cuando terminamos de comer ella propuso pasar por su apartamento para cambiarse de ropa y enseñarme un par de “secretitos”. Inicialmente sentí pereza, pues mi plan ideal era quedarme acostado toda la tarde viendo alguna película, fútbol o lo que hubiera en la tele. Pero debo decir que cedí a sus pretensiones, y valió la pena completamente.

Cuando llegamos a su apartamento me hizo una visita guiada. No había mucho por ver pues era un apartamento pequeño, pero supongo que amaba mostrarle cada uno de los rincones de su hogar a sus visitantes.

Y entre una y otra cosa me terminó enseñando un par de juguetes que tenía para complacerse. “Te voy a cumplir la promesa de enseñarte cómo me toco”. Eso encendió mis instintos que hasta ese momento estaban adormecidos.

Realmente su colección de juguetes sexuales no era gran cosa, apenas un par de vibradores diría que de un tamaño medio o pequeño. Pero no dejó de sorprenderme que los tuviera, pues la imagen que tenía de ella era la de la puritana radical que se opone a cualquier acto sexual que no tenga por finalidad concebir.

- ¿No vas derecho al infierno por usar este tipo de cosas?
- No. Yo me confieso y diosito me lo perdona…

Guardé silencio ante su conveniente y acomodada respuesta. Claro que tampoco era mi objetivo reprocharla ni controvertirla.

Mafe empezó a desvestirse y una vez más, con solo exponer su figura, logró excitarme. Encendió uno de sus juguetes, que tenía varios niveles de vibración y empezó a apoyarlo sobre su vagina.

Me pareció de lujo ver ese espectáculo en primera fila, pero pasados unos minutos tuve que interrumpirla, pues mi deseo era verla masturbarse, pero con sus manos, no con un juguete. ”Tócame tú, yo te guío y te enseño lo que me gusta”, respondió ella a mi petición. Yo empecé a babear con solo escuchar esto, pues era justamente lo que deseaba.

“No te voy a enseñar dónde está mi clítoris porque sé que tú ya sabes dónde está, pero si te voy a enseñar a tocarlo para no desentonar”. En ese instante ella tomó dos de mis dedos y empezó a frotarlos suavemente y en movimientos horizontales por sobre su clítoris. “Si los mueves de arriba abajo o de abajo a arriba puede ser algo molesto, pero así no va a haber problema”.

Pasaron solo unos segundos entre que mis dedos hicieron contacto sobre su vagina y el momento en que empezó a emanar ese calor tan diciente, tan revelador.

“Otra de las cosas que por lo menos a mí me enloquece es jugar con mis pezones. Un movimiento suave y lento por sobre ellos me calienta muchísimo…eso sí, no me los vayas a morder, a jalar o a pellizcar, son muy sensibles”.

Yo dejaba que ella guiara el movimiento de mis manos, a la vez que guardaba silencio total mientras escuchaba sus sabias palabras.

“Y mientras me acaricias los pechos o el clítoris, puedes utilizar tu otra mano para consentir mi vagina. Yo procuro siempre utilizar mis dedos con la uña boca abajo, pues al revés puede lastimar, además que una vez tienes adentro los dedos, lo normal es doblarlos un poco, como formando un gancho, y este es estimulante si queda hacia arriba y no hacia abajo… Eso así…”.

Tuve que cortar su explicación para besarla, pues el realizar esta maniobra me alteró, me creó un estado de excitación que solo pude contener a través de un lento y largo beso. Ella no se opuso, de hecho, tomó la parte posterior de mi cabeza e hizo que el beso fuera mucho más duradero.

“Cuando tengas los dedos haciendo el gancho al interior de mi vagina procura moverlos de arriba abajo, pero el movimiento tiene que ser de los dedos, no de la mano…”.

Su explicación se veía correspondida con el estado de su vagina, pues no llevábamos más de dos minutos en ello, y ya estaba completamente mojada.

“Si esto lo acompañas con tus ricos besos por el cuello, tendré que reemplazar a mis juguetes y traerte a vivir conmigo… Ven, hazme tuya otra vez…”

Capítulo VII: Adicción masturbatoria

El fin de semana terminó siendo memorable aunque muy agotador. La sesión masturbatoria del sábado en la tarde fue solo el abrebocas de una apasionada jornada que se extendería hasta el domingo al anochecer...

Diario de una puritana (Capítulo V)

 Diario de una puritana


Capítulo V: Fantasías de una puritana




Mientras se limpiaba el pecho, Mafe confesaba entre risas que nunca había imaginado que fuera hacer algo así, dejar que alguien la recubriera con esperma, o cachetear a alguien mientras fornicaba.
Yo puse a su disposición mi ducha, pero ella tuvo pereza de darse un baño, sencillamente se limpió con un pañito húmedo. Luego se puso su top, y antes de que continuará vistiéndose le propuse quedarse así.
- Nos quedamos desnudos viendo otra película, abrazaditos, y vas a ver como terminamos haciéndolo durante toda la noche
- ¿Tienes ganas?
- Ahora no, necesito un rato para recuperarme, pero seguro voy a tener ganas en poco tiempo. De ti siempre tendré ganas.
- ¿De verdad? Yo pensé que los hombres quedaban listos con una relación
- Muchas veces sí, pero cuando a mí realmente me gusta alguien, hacerlo toda la noche es uno de mis planes favoritos
- Eso lo quiero ver…
- Te prometo que lo vas a ver. Mientras eso ocurre, me gustaría conocer un poco tus fantasías ¿En qué piensas cuando te tocas?
- Jajajajaja, me da pena contarte…
- No te avergüences, que ya te he visto desnuda, ya hemos hecho el amor. Quiero calentarme con eso que a ti te pone caliente
- Bueno pues tengo varias, pero diría que la más recurrente es aquella en que revivo el encuentro sexual que tuve con mi compañera de universidad, ese que ya te conté. La he imaginado una y otra vez recorriendo mi cuerpo con sus sus besos, con su lengua.
- Esa es un poco difícil de cumplir, por lo menos para mí, te prometería ayudarte a buscar a esa chica, pero la verdad no quisiera compartirte con nadie
- Ya no hace falta
- Me alegra escuchar eso ¿Y con hombres tienes fantasías?
- Sí, pero con ninguno en concreto, siempre que fantaseo con hombres les pongo un rostro de algún famoso, o de alguno que haya visto en el trayecto del día y me haya parecido lindo. Lo raro es que cuando me toco pensando en hombres tengo habitualmente dos fantasías. Una en que los golpeo y otra en que me violan
- Uh, bueno, eso es una novedad… ¿Fantaseas con que te viola algún famoso?
- No, para esa fantasía siempre tengo dificultad en ponerle rostro al violador. Lo raro es que lo imagino por mucho tiempo, sueño que me persigue por la ciudad, en los buses, restaurantes, cafeterías, oficina o a donde quiera que yo vaya, él me sigue, y a mi eso de sentirme seguida como que me dispara la adrenalina, no sé, me pone un poco; al final me encuentra dormida en mi habitación y me penetra sin mi consentimiento. No entiendo cómo ni por qué llegué a tener esa fantasía, pero el caso es que ya me he tocado por lo menos un par de veces imaginando esa situación
- ¿Y cuando fantaseas golpeando hombres, qué les haces concretamente?
- Básicamente eso, golpearlos; golpearlos de muchas formas: Puñetazos, cachetadas, arañazos, pellizcos en las tetillas, nalgadas. Creería que lo más frecuente es el puñetazo, aunque ahorita contigo lo que me salió fue una cachetada
- Te lo agradezco. Cualquier cosa, si te apasionas mucho en una próxima vez, te ruego que consideres no desfigurarme la cara
- Jajajajaja, No, ¿Cómo se te ocurre? Tú has sido muy especial conmigo, no puedo hacerte daño
- De todas formas, no te vayas a sentir cohibida, si tienes deseos de cachetearme o nalguearme, siéntete en libertad de hacerlo.
- Jajajaja, así será… ¿Y tú con que fantaseas?
- Si te cuento se nos va la noche, ni vemos película, ni dormimos, ni hacemos el amor ni nada. Con muchas situaciones…
- Cuéntame alguna
- Bueno Mafe, lo más recurrente para mí es fantasear con sexo en lugares públicos. Imaginarme teniendo relaciones con una chica bella, bajo el peligro de poder ser atrapados me pone muy mal
- ¿Has hecho el amor en algún sitio público?
- Sí, hace mucho tiempo. Pero no fue nada romántico, ni siquiera memorable. Fue en un potrero, más exactamente en una zanja que había en medio del potrero, con una compañera del colegio. A esa edad me animaba casi a todo.
- ¿Has tenido fantasías con alguien del trabajo?
- Sí, para no ir muy lejos, contigo
- ¿Y con alguien más?
- Sí, pero no te lo quiero contar
- Bueno está bien. Entonces cuéntame tu fantasía conmigo
- Mafe, han sido varias fantasías, la más reciente desde el primer día que entrenaste conmigo. Y me da algo de vergüenza admitírtelo, pero he tenido todo tipo de fantasías contigo, desde las más burdas y vulgares, hasta las más tiernas y amorosas. Claro que cuando una chica tiene un rostro perfecto como el tuyo, es frecuente en mí ese tipo de fantasía en la que le hago el amor a esta chica de rostro perfecto durante toda la noche, mientras ambientamos la velada con mi lista de “salsa de motel”.
- Jajajaja ¿Y qué canciones tiene tu lista de salsa de motel?
- Bueno pues muchos clásicos de salsa rosa: Lluvia, Devórame otra vez, Deseándote, Corazón embustero, Mi sueño, Casi te envidio, Idilio, Cinco noches; en fin, es una lista muy larga.
- ¡Qué bello! No pensé que pudieras ser tan sensible. Cuando entré a la empresa te vi tan vulgar y común, como a la mayoría de los hombres.
- Afortunadamente esa percepción cambió, a tal punto que veo que me vas a hacer realidad mi fantasía de hacer el amor con una chica hermosa escuchando mi famoso playlist
- En eso tienes razón…

La noche la pasamos conversando, abriendo el corazón el uno al otro, y obviamente fornicando, por lo menos cada vez que recuperé la energía y el apetito para cumplir por mi parte.

Tampoco fue algo excesivo, pues fue una noche de tres polvos: el de la cachetada, del que ya di pormenores, un segundo que encontró mi faceta más animal, más instintiva y carnal, sí así se puede definir, y una tercera que se enfocó más en cumplir deseos de Mafe.

Era apenas normal, Mafe a sus 24 años tenía una limitadísima experiencia sexual. Se había negado probar cosas una y otra vez, a tal punto que hasta probar posturas relativamente tradicionales se le hacía completamente interesante.

Del tercer polvo no puedo destacar mayor cosa, básicamente porque el cansancio me vencía, y en ese coito me dediqué exclusivamente a cumplir, a terminar antes de decaer.

El segundo polvo de la noche quizá si fue memorable, por lo menos para mí, y es que fue la primera vez en que penetré a Mafe con verdadera vehemencia. Recuerdo que ese coito comenzó con un solapado masaje por su espalda, que continuó por sus piernas, y que de un momento a otro me encontró penetrándola, estando ella boca abajo. Diría que buscando cumplir su fantasía de ser penetrada sin consentimiento, aunque realmente se trató de algo muy diferente a eso.

Lo cierto es que fue la primera vez que la follé con cierto grado de brutalidad. Sin contemplaciones, hundiendo mi pene al ritmo y a la profundidad que se me antojó. Incluso regalándole un par de azotes en sus blancas y macizas nalgas, que además la tomaron por sorpresa, pues seguramente Mafe no se esperaba que eso ocurriera.

Bastaron un par de nalgadas para que mis manos quedaran marcadas en sus hermosas nalgas, y bastaron cinco minutos para hacerme terminar, pues para ese polvo estaba desbocado, obsesionado con complacer mis instintos. Obviamente no le solté mi esperma adentro, sino que tuve la delicadeza de retirarlo y terminar sobre su culo.

Fue una noche realmente divertida, a la vez que agotadora; una velada que nos encontró desnudos de principio a fin y que nos permitió ver el amanecer en medio de orgasmos, abrazos y caricias.

Capítulo VI: Lecciones de una puritana entusiasta

El sábado dormimos hasta tarde. Nos despertamos sobre el mediodía en medio de un ambiente colmado de un denso olor a sexo. Yo fui el primero en despertar, con la tranquilidad de no tener mayor responsabilidad para ese día. Me quedé un par de minutos sentado meditando sobre la cama, observando a Mafe mientras aún dormía...

La Profe Luciana (Capítulo XXI)

 La Profe Luciana Capítulo XXI: Un baile de Luciana Era inevitable e irreparable. Esa sensación de oquedad, de orfandad, esa congoja que me ...