viernes, 8 de enero de 2021

Te esperaba

 


Por Daniela E./Columnista invitada


Te esperaba ansiosa, le pedí a mi mejor amigo que se quedará para que te conociera y me ayudará a reducir un poco aquellos nervios que me acechaban con el revoloteo de miles bichos en mi estómago, me encantaría llamarle mariposas pero estaría mintiendo, más bien eran polillas quemando, ambos sabíamos lo que pasaría, ya lo habíamos planeado tiempo atrás, jamás hablamos de sentimientos tu sólo eras un Casanova en busca de una presa, y yo... yo sólo fingía no ser esa presa, protegiéndome con escudos de acero para salir ilesa.
Llegaste tímido, como siempre porque es así tu personalidad, tu rostro tan perfecto me dejó sin habla. Comencé a sudar, mis latidos se aceleraron, mi sangre corría más rápido que la R15 y no supe como saludarte, solo yo.... Solo te di la mano y te miré de lejos.

Me trajiste esa paleta que me habías prometido para nuestro arduo trabajo creativo en nuestro acto, no dejábamos de sudar y sólo eran palabras las que estábamos intercambiando, así que propuse salir a caminar para quitar esa tensión y tentación por estar solos en la habitación.
Platicamos, bromeamos, reímos, jugamos y el sol desaparecía, así que te traje de vuelta al cuarto de emociones, tomaste la computadora, me mostraste tus raros gustos musicales y... regresaste a mí, tomé tu mano y era muy caliente, no lo pude evitar, mi respiración era muy lenta, la temperatura no estaba a nuestro, nos estaba deshaciendo, mi boca reseca me hizo meter tus dedos a mi boca para poder tener saliva, me veías sorprendido, como no sabiendo cuál era la finalidad de mi acción, no dejabas de mirarme con ojitos de ternura.
Pero al sacar tus dedos mojados de mi boca envueltos con esa textura resbalosa, me besaste, y me hundí, me perdí, se detuvo el tiempo y sólo existimos tu y yo.
Encima de ti, sin despegar nuestros labios y al abrir mis ojos los tuyos estaban cerrados, es extraño que un chico en estas fechas tenga el valor para hacerlo y disfrutar lentamente de los labios de otra persona, sin la prisa de tener que penetrarte.
Tu cuerpo se calentaba cada vez más igual que el mío lo hacía, y mis manos en tu cuello se mojaban con el agua que desprendía de tu cabeza, tus manos envolvían mi cuerpo y cada vez bajaban más, fue raro después de tanto tiempo estar con alguien así, y que a pesar de no involucrar sentimientos no te trate como a una puta, con el clásico estereotipo.
Tus manos me desvistieron lentamente, apreciándome, saboreándome, tocándome, deslizando tus manos en cada punto de mi ser y dejando saliva en cada pliegue.
Quité tu playera, tu pantalón y todo lo demás que nos estorbaba con la prisa del infante que espera con anhelo la llegada de Santa en nochebuena.
El único momento que separaste tus labios de los míos fue para besar mis pechos, succionar mis pezones; me excitaba. Con una mano me apretabas el cuello y con la otra acariciabas mi trasero. Una vez desvestidos, sin separar nuestros labios, comenzó la acción, te ordené que te acostaras y me paré sobre ti para después bajarme, sumergirme.
No dejabas de verme directo a los ojos, era inevitable no sonrojarme, pero mi seriedad no me delataba, y fue ahí, ese punto donde volví a la vida, ese dolor por tenerte dentro era placentero y cada vez lo hacía más rápido, cabalgando entre cascadas de nubes rojas, tu rostro se tornaba cada vez más colorado y no separabas tus manos de mis pechos, ni tus ojos de los míos.
Te pedí que dejaras de mirarme a los ojos, pero argumentaste que era inevitable no verme sufrir con gestos de dolor placentero, yo no podía dejar de bailar sobre ti, ese punto desesperante donde tu clítoris está gigante y la humectación de tu sexo cada vez se hace más abundante es celestial, el sexo es de los regalos más hermoso que nos dieron los creadores del universo, no se trata de sólo meter tu estúpido pene en una vagina, hacer gritar a la chica y correrte, se trata de disfrutar cada movimiento, lento o rápido, sentir los cuerpos húmedos, visualizar el estado de esa sensación que sólo ocurre al cruzar dos almas en el plano físico tridimensional.
Las consecuencias son miles pero el momento es sólo uno, no estoy diciendo que practiquen el arte de tener relaciones como los perros en la calle, si no que aprendan a disfrutar cada micro segundo, que el sitio sea con paz, que sus corazones estén al menos en ese momento del uno para el otro así como lo está su cuerpo, y que pase lo que pase sólo disfruten el maldito instante con sabor a gloria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Profe Luciana (Capítulo XXI)

 La Profe Luciana Capítulo XXI: Un baile de Luciana Era inevitable e irreparable. Esa sensación de oquedad, de orfandad, esa congoja que me ...