La profe Luciana
Capítulo III: Sed de admiración
A decir verdad, hubo un
contenido que llamó mi atención por encima de las demás, por lo menos en esa
primera jornada de exploración de sus redes sociales. Era una foto de Luciana,
una foto de cuerpo entero, en la que ella posaba de perfil. En la imagen
Luciana aparecía de rodillas, con un vestido que había situado a la altura de
su cintura, es decir que lo había ido remangando, de abajo y de arriba,
situándolo todo en la zona de la cintura. Sus senos quedaron al descubierto,
aunque en la imagen solo se ve uno de ellos, pues al estar de costado, uno se
esconde tras del otro. También queda al desnudo su zona púbica, pues no se
observa calzón o braga que la resguarde, aunque no se ve mayor cosa porque el
ángulo que forma con sus caderas y sus piernas evita que se puede apreciar fácilmente
lo que podría ser una inspiración para todo tipo de perversión.
La imagen viene
acompañada de una leyenda que dice:
“Imagínalo. Ya no están juntos. La separación es inminente entre
ustedes. No hay tiempo suficiente en esta dimensión para resarcir el daño, sus
almas jamás volverán a fundirse en una. ¡A la mierda el mundo!
Cada quien sabe lo que es suyo, ya no hay rastros de
su piel sobre la tuya. Ustedes ya no están juntos. Se siente bien de todas
formas. Se siente mejor de lo que recuerdas.
Tu energía sexual es pura, la fuerza motriz de la vida
que anima los espíritus. La sexualidad es el núcleo de la creatividad, tanto
literal como figurativa; es la madre de nuestros hijos, es la madre de nuestras
canciones. Cuando oprimes tu sexualidad, tus deseos y tu placer; cuando te
sientes sucia por ello, regalas la fuente de la creación que recorre tu ser. No
te reprimas nunca, y mucho menos porque tu pareja ya no es tu pareja.
Ahora eres libre para encontrar a quien realmente
valore agarrarte de la cintura, que considere entregarte sus caricias sobre tu
espalda, que te trate como un manjar para saborear, que te contemple como un
banquete para devorar.
Deja que te escupa en la boca que ya no es solo tuya, que
no te importe. Nunca se ha sentido mejor”.
Era un monólogo
destinado a llenar de confianza a las mujeres inseguras con su hombre,
invitándoles a vivir libremente su sexualidad, y a su vez era una
interpretación de sus deseos, quizá de su sentir, por lo menos así lo
interpreté.
Para alguien como yo
era una motivación a creer que una mujer de mente abierta y con tales ideales
de liberación, estaría quizá dispuesta a entregarse a placeres carnales con cualquiera
que supiese ganarse ese honor. Había chances incluso para alguien como yo.
Solo me restaba
arriesgarme, intentar algo con ella. No iba a dormir tranquilo hasta que eso se
hiciera realidad, o por lo menos hasta que hubiese hecho el intento.
Le di vueltas en mi
cabeza a la forma de lograr mi cometido, pero era tan carente de iniciativa que
no se me ocurría una situación ideal para interactuar con ella hasta llevarla
al punto donde yo quería.
Lo único que tuve en
mente fue acercarme una vez más a la academia, esta vez bajo el pretexto de
querer pagar la mensualidad de las clases de mi mujer. Esperaría a que terminé
su clase, la buscaría en privado, y con ese pretexto buscaría flirtear con
ella.
Recuerdo a la
perfección que fue un jueves en la noche. Luego de un par de semanas sin
asomarme por allí, volví; de nuevo dándome el lujo de disfrutar del cierre de
su lección. Otra vez situado en aquella esquina que me hacía sentir seguro, una
zona en la cual dejaba de sentirme intrusivo para el grupo aprendiz de las
artes de la sensualidad, la seducción y por supuesto el pole dance.
Una vez que la clase
terminó, Luciana salió del recinto, y al igual que la vez anterior, emprendió
su camino por el extenso pasillo. Me acerqué a Adriana, la saludé y le conté
que estaba allí por el hecho de querer ponerme al día con el pago de sus
clases. Ella asintió con la cabeza y siguió concentrada escarbando en su
mochila.
Salí del recinto y
caminé por el pasillo. Al final del mismo había una puerta blanca con una
estrella dorada y el nombre de Luciana, como si de una celebridad se tratara,
por lo menos así lo sentía ella.
Llamé a la puerta, que
estaba entreabierta, y a continuación escuché la voz de Luciana, que me invitaba
a pasar.
Le saludé, pero antes
de que terminara de preguntarle cómo estaba, Luciana interrumpió preguntando:
-
¿A qué
se debe su visita?... ¿Algo especial u hoy también vino solo a importunar a las
chicas?
-
¿A
importunar? ¿A qué te refieres?
-
A
morbosearlas, a instigarlas con su mirada acosadora – Dijo la sensual maestra,
mientras que yo era incapaz de dejar de mirarle hacia su entrepierna
-
No
Luciana, eso no es así. No vengo a acechar a nadie, vengo a recoger a mi mujer y
me da pereza esperarla en el auto. Entro a tus clases a ver qué es lo que les
enseñas, pero no acecho a ninguna de las chicas.
-
Me
resulta difícil creerle, cuando no ha parado de clavarme la mirada en mi
entrepierna
-
Discúlpame,
no quise ser burdo, imprudente ni atrevido. Sinceramente fue un acto relejo,
fue algo que no pude controlar. Perdóname por ello. – Dije a la vez que me
ruboricé
-
¿Qué
necesita?
-
Venía
a pagar la mensualidad de las clases de Adriana, mi mujer…
Saqué el dinero de mi
billetera, lo conté y se lo entregué. Esta vez clavé mis ojos en los suyos, y
no paré de observarlos por un largo rato. Me perdí en ellos, pues
verdaderamente me parecían enigmáticos. Me parecía que con su mirada podía
transmitir un sinfín de sensaciones, y que muchas de ellas evocaban el cortejo.
De repente se me ocurrió comentarle que la había estado leyendo, y que me había
parecido extraordinaria, muy talentosa, osada, pero especialmente valiente por
permitir que más mujeres tuvieran esa inspiración para la vida.
-
¿Qué
te gusto de lo que leíste? – Preguntó ella mostrándose auténticamente intrigada
-
Leí
muchas cosas, pero lo que más me gustó fue tu definición y concepción de la
sexualidad como el eje motivacional de todo ser. Eso de que la sexualidad es el núcleo de la
creatividad, tanto literal como figurativa me pareció una reflexión interesante,
concienzuda y acertada.
Ella quedó impresionada
al ver que mi elogio no era mentira, al notar que era real que le había leído,
y que era genuina la admiración que le había expresado como escritora
-
Te
agradezco el cumplido. No pensé que un hombre se tomara el trabajo de leer mis
reflexiones y mis relatos
-
Pues
ya vez que sí, que acá hay uno que quedó tan maravillado con tu talento que no
se aguantó las ganas de venir a conocerte
-
Ah
mirá. Pensé que habías venido a recoger a tu mujer
-
Bueno,
al comienzo sí. Pero para mí fue todo un evento eso de que Adriana dejara de
ser una reprimida y pasara a ser una chica sexualmente activa. Por eso quise
venir a ver qué era lo que aquí aprendía. Ahí te conocí y confieso que he
quedado embrujado con tu ser. Eres hermosa, escultural, atlética, segura de ti
misma, atrevida, desafiante, talentosa, eres mágica, definitivamente, con lo
poco que te conozco me atrevo a asegurar que eres una en un millón.
-
Qué
amable y generoso de tu parte, aunque suena un poco zalamero ¿No tendrás una
doble intención conmigo?
-
Pues
realmente no sé hasta qué punto podría llegar mi admiración por ti, pero sería
un completo mentiroso si niego lo mucho que me atraes. No eres solo bella, sino
culta y talentosa ¿Qué más puede pedirle uno a la vida?
-
¿Te
interesa que nos tomemos un café y charlemos en estos días?
-
Absolutamente.
Sería un honor para mí
-
¿Qué
te parece mañana, a las cuatro? Nos vemos aquí y vamos a un sitio muy acogedor
que hay a dos calles
-
Cuenta
con ello
Me despedí con un
tradicional beso en la mejilla, que me permitió sentir la suavidad de su piel
por primera vez en la vida. Al otro día cumplí la cita, con mucho anhelo la
esperé, y con absoluta puntualidad llegué. La noche anterior había dedicado
horas a seguir explorando sus redes sociales, buscando con ello darme una idea
mayor de la esencia de su ser.
El encuentro fue más
que fructífero, pues congeniamos en más de una ocasión, pero lo más importante
es que íbamos a finalizar acordando un próximo encuentro para algo mucho más
comprometedor.
-
¿Lo
has leído, has leído a Octavio Paz? – pregunté a Luciana tras el primer sorbo
de café
-
Claro
que lo he leído, lo amo
-
Genial.
Es simplemente una mente brillante, un referente para todos aquellos que
atrevidamente incursionamos en el mundo de las letras.
-
Sí,
sí, aunque yo soy más del estilo de Carla Márquez ¿La conoces?
-
Obviamente.
Me ruborizo y me caliento de solo acordarme de parte de su obra
-
¿A
Almudena Grandes la has leído?
-
Por
supuesto. Es más, cualquier persona que no haya leído Las Edades de Lulú, no debería ser digno de saludos entre adultos
-
Jajajajaja
es verdad, es verdad. Ve, me gustaría ponerte a prueba, quiero hacerte dos
preguntas. La primera es ¿Cuál es tu libro favorito de literatura erótica?
-
Es
difícil escoger uno como favorito, aunque hay dos que merecerían pelearse por
ese primer lugar: La Rebelión de los
Follamantes y Las maneras del agua
-
No
puedo creer que haya alguien en el planeta que disfrute tanto la obra de
Margarita Villareal como yo lo hago
-
Pues
ya ves…
-
Pero
tú nos has venido hasta aquí solo para hablar de literatura ¿Tienes alguna
intención conmigo?
Tragué saliva, sentí
que lo más prudente antes de contestar a tan frentera pregunta era aguardar un
par de segundos, darle un poco de dramatismo a la respuesta. Y al final admitir
lo evidente, aceptar mi deseo hacia ella.
-
La
verdad sí. Me has cautivado por completo. Eres la perfección encarnada. Ojalá
no te incomode mi atrevimiento, no te incordie mi admisión, pues no es mi
intención ni acosarte y tampoco irrespetarte
-
Tranquilízate,
no me siento irrespetada, me siento deseada… ¿Te daría cargo de consciencia
engañar a tu mujer?
-
No lo
sé. Posiblemente sí, pero siento que nuestra relación está agonizando, que
cualquier intento por rescatarla resultará infructuoso, y no vale la pena
gastar energía y tiempo en algo así. Ella hace tiempo dejó de desearme, y yo
hace tiempo empecé a sentir que estaba con ella por obligación.
-
Pues
fíjate. Ya somos dos las víctimas de matrimonios mal llevados. Yo estoy
dispuesta a hacerte tu sueño realidad, como por probar, al fin y al cabo que yo
también sé lo que es estar atrapada en un matrimonio por una u otra
conveniencia. Pero no va a poder ser ahora ni aquí. Yo debo terminarme este
café e ir a dar una clase. Además, que
algo si te quiero aclarar, yo estoy dispuesta a todo contigo, pero tú tendrás
que hacerme sentir como la deidad que dices soy para ti. Préstame tu celular…
Lo agarró entre sus
manos y llamó al suyo
-
Ahí
tienes mi número, guárdalo y me escribes más tarde, con eso vamos acordando
cuándo y dónde nos vemos
No
supe qué decir, solo sonreí, asentí con la cabeza, me despedí de ella, y salí
del lugar torpemente, chocándome con uno de los muros. Estaba pasmado con lo
que acababa de suceder.
Esa misma noche le
escribí. No quería ser intenso con ella, pero sabía que, si no me pronunciaba
de inmediato, se me iba a pasar la oportunidad. Ella no tuvo reparo en
contestar, de hecho, fue muy jovial y abierta en sus conversaciones por chat.
Acordamos que nuestro encuentro sería el viernes de la siguiente semana.
Tendría entonces una
semana para preparar un encuentro a la altura de la situación, que no era
cualquiera; Luciana era por lejos la mujer que más fantasías me había inspirado
en mi vida, incluso por encima de Adriana en nuestros 10 años de matrimonio.
Era la oportunidad de mi vida, por lo menos en lo que refiere a tener un polvo
para recordar a la hora de morir. Estaba seguro de que una relación con una
mujer tan descocada tenía que recordarse por los siglos de los siglos.
Reservé la Suite del
Penthouse en el Hotel Four Season. Literalmente pretendía que fuera un polvo
con altura.
Esa habitación tenía un
costo por noche cercano a los mil dólares, que para alguien como yo no es poca
cosa. Pero sinceramente lo valía. Quería darme un gusto auténtico y cumplir con
lo prometido, tratarla a la altura de una deidad, y lo primero era crear un
ambiente digno de ella. Antes la llevaría a cenar al Matiz, que nunca decepciona.
Esa semana no hubo
actividad sexual para mí. Ni sexo con Adriana, ni masturbación. Quería
conservar mi energía vital para el momento deseado.
No sabía si ella
cumpliría, si solo se trataba de una broma que le estaba jugando a un hombre
obseso con su ser, pero de cumplir con lo prometido, me iba a hacer el sujeto
más dichoso del planeta.
Tuve también que
planear con detenimiento la excusa para ausentarme de casa sin que Adriana
fuese a sospechar. Claro que tampoco fui muy creativo, le dije que tendría que
hacer un viaje de trabajo, pero que el sábado, pasado el mediodía, estaría de regreso.
Ella no tuvo mayor recelo frente a mi explicación, sencillamente la creyó; no
tenía motivo para desconfiar de un tipo que le había guardado 10 años de
sagrada fidelidad. Quizá también era una situación ideal para ella, posiblemente
le estaba dando vía libre para meter a su amante en casa, si es que lo tenía.
También tendría que
explicarle la causa de la desaparición de tan llamativa cantidad de la cuenta
bancaria. Pero eso sería algo que me daría un poco más de tiempo, pues no era un
movimiento del que fuese a darse cuenta de inmediato.
Claro que cuando
llegase el momento, no iba a ser una situación fácil de explicar, pues era un
movimiento que implicaba la desaparición de por lo menos mil dólares, y digo
por lo menos mil porque no sabía si en mi estancia en ese hotel, con la sensual
Luciana, el gasto pudiese incrementarse.
Capítulo IV: El vicio de sentirse deseada
Ese día tuve ansiedad
desde el mismo momento en que desperté, pero al llegar el anochecer, la
ansiedad empezó a mutar en euforia. Con Luciana habíamos acordado encontrarnos
pasada una hora de acabadas sus clases, allí, en la academia donde las daba.
Pensamos que una hora sería tiempo suficiente para conseguir que todos los
conocidos desaparecieran de la zona...
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