lunes, 11 de enero de 2021

Orgasmo intergeneracional

 


Por: Daniela E./Columnista invitada

Mi nombre es Daniela y tengo 28 años. La historia que les voy a contar ocurrió hace unos años en Bogotá. En aquel entonces yo tenía 20 años, me faltaba apenas un par para terminar mi carrera de jurisprudencia. A inicios de ese año empecé unas prácticas en una consultaría de un amigo de mi padre, no era una empresa muy grande, unas 6 personas en total, todos eran bastante más mayores que yo y me sentía muy desplazada, todos me trataban como a una niña, bueno, todos no, había un hombre que me trataba muy respetuosamente ayudándome siempre en todo, su nombre era Juan, era un hombre guapo, pelo corto y ojos claros, tenía un poco de barriga cervecera pero no estaba nada mal para su edad, Unos 50 años aproximadamente.
Me sentía muy agradecida con él, me ayudaba a integrarme en el grupo y al final del verano éramos todos ya una gran familia. Fue en ese tiempo cuando noté como Juan se iba apagando, estaba triste, huidizo; su mujer le estaba dejando y para el comienzo de las navidades estaba solo. A mí me daba mucha pena porque era un hombre con mucha vitalidad, siempre de bromas y con ganas de vivir.
En la cena de navidad de la empresa tuve que ir a buscarlo a su casa para que se viniese, teníamos vacaciones y no le dejaba solo en ningún momento, íbamos al cine, al teatro, a cenar, me reía mucho con él y me sentía muy a gusto con su compañía, mis amigas llegaron a pensar que estábamos liados y mi novio empezó a tener celos.
Juan se dio cuenta de la situación e intentaba evitarme para que yo saliera con mis amigos, de hecho, siempre me decía “Daniela, tú lo que tienes es que salir con gente de tu edad y dejar a este pobre viejo”, a lo que yo le contestaba “si viejo… ya les gustaría a muchos estar como tú estás”.
Un día antes de Navidad, salimos a cenar, esa vez lo notaba especialmente triste, así que intente animarle toda la noche sin conseguirlo. Cuando me dejaba en casa, siempre nos despedíamos con un adiós, pero aquel día, no sé por qué, me acerqué a él y le di un beso en los labios. Fue un impulso, quedé petrificada por lo que acababa de hacer, él estaba muy sorprendido y yo tan avergonzada que salí pitando del coche y no volví a saber nada de él hasta pasado unos días.
El día 26 de diciembre salí con unas amigas al cine a ver una película de esas comedias románticas, casi calcada a lo que yo estaba viviendo esos días y decidí llamar a Juan, no sabía qué le iba a decir, ni cómo iba a reaccionar ni mucho menos como terminaría, pero le echaba de menos; no me cogía el teléfono así que fui a su casa.
“Hola perdido… ¿No me invitas a pasar?”. Sentía su nerviosismo, el pobre hombre no conseguía enlazar dos palabras seguidas, eran todo monosílabos. Me cansé de esa situación y sin más me acerque a él y le bese. No supe bien por qué lo hacía, pero el hecho es que así fue.
Juan se quedó mirándome, pero sin reaccionar, así que me levanté y me senté encima de él, y mientras le iba besando le decía, “no comprendes que, si estoy aquí, es porque yo quiero estar, porque me apetece”. Algo paso en su cabeza, porque su nerviosismo se esfumó y de inmediato correspondió al empezar a besarme por el cuello. Sus besos fueron acompañados por el tierno rodeo de su brazo por mi cintura.
Yo me dejaba llevar, le besaba apasionadamente entrelazando nuestras leguas, ¡madre mía cómo besaba! Estaba poniéndome muy nerviosa porque acababa de abrir una caja que podría explotarnos en las manos.
Empezó a desabrocharme la camisa mientras me besaba por el cuello y por la parte de arriba de mis pechos. La cosa se estaba calentando y yo empecé a tener miedo, podríamos acabar en la cama y eso yo no lo tenía previsto, pero me gustaba tanto que seguí dejándome llevar por la situación.
Juan me sujetó por el culo y levantándome me tubo en el sofá, quedando el arriba. Sentía unas sensaciones muy extrañas, miedo y alegría a la vez, empecé a quitarle la camiseta que tenía puesta, el seguía desabrochándome la mía hasta que la quitó, besaba mis hombros, me acariciaba casi sin tocarme el vientre, pasaba los dedos por el contorno del sujetador. Me incorporé un poco para quitármelo y lo tiré al suelo, estaba empezando a notar mi coño mojado, me gustaba tanto que estaba dispuesta a ir a por todas, así que empecé a desabrocharle los botones del pantalón, metí la mano y encontré un pene enorme y duro.
Juan dio un pequeño respingo de placer, notaba la excitación mientras me empezaba a besar mis pechos, los acariciaba, pasaba su lengua por mis pezones que estaban ya muy hinchados y sensibles. Me subí la falda para quitarme las medias y bajarme las bragas que ya en esos momentos estaban muy húmedas, quería ese pene dentro de mí, quería que me llenara mi vagina con su sexo, ya no tenía otro pensamiento más que ese. Me había olvidado por completo de la edad de mi amante, no me importaba, solo quería que me penetrase, mi coño estaba ardiendo, estábamos los dos jadeando.
Juan me ayudó a quitarme por completo las bragas, me estaba comiendo todo mi coñito, paseaba su lengua por mis labios, hundiéndola cuando llegaba a mi abertura, se entretenía succionando mi clítoris, mientras me metía uno o dos dedos, la sensación era maravillosa.
Yo quería comerme esa verga, quería saborearla y durante un breve momento de tiempo me dejó, el tiempo que dejó de masturbarme para quitarse los pantalones y quedarse desnudo. Juan estaba deseando meterme la polla, sentía su deseo y yo lo deseaba aún más. Me levantó del sofá, y dándome la vuelta me apoyó en una mesa, busco la abertura de mi vagina por detrás y de un certero golpe me introdujo todo su pene, empecé a jadear de placer, bombeaba su pene sin parar en mi coño estrecho, el alto estado de humedad facilitó esa carnosa incursión.
Había un espejo de esos altos en la habitación y nos veía reflejados en él, eso me ponía más caliente, ver como Juan me estaba follando. Yo tumbada boca abajo con la cara en la mesa del comedor cogiendo con fuerza el mantel entre mis manos, mi rostro se desencajaba cada vez que sentía el pene de Juan entrando y saliendo de mí. Juan con unos movimientos acompasados y mientras me agarraba y acariciaba de los pechos, hacía que mi cuerpo se estremeciese, una sensación de calor y placer envolvió mi cuerpo, no sabía que era, nunca antes había tenido un orgasmo, sentí como mi vagina se inundaba, empecé a gritar, me estaba corriendo, era algo que nunca había experimentado; sentía como salían chorros de mí.
Mi cuerpo no reaccionaba, en la imagen del espejo veía a Juan como me la metía ahora con más fuerza, más rápido y más profundamente, mientras que yo gritaba y le clavaba las uñas en los brazos cada vez que esa sensación me embargaba, hasta que noté como Juan empezaba a jadear cada vez más rápido y a correrse también dentro mi coño. Poco a poco paró sus movimientos, hasta quedar exacto tumbado en mi espalda. Cuando recuperamos un poco las fuerzas Juan me cogió en brazos y me llevo a la cama, donde continuamos follando toda la tarde.

No nos volvimos a ver hasta que empezamos a trabajar, yo estuve un tiempo asustada hasta que me bajó la regla, seguimos con nuestra relación de compañeros hasta que dos meses más tarde me fui de la consultaría, nunca hablamos de aquella tarde, una tarde maravillosa, en la que tuve mi primer orgasmo.


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