martes, 12 de enero de 2021

Recuerdo de una primera vez

 



Por: Daniela E./Columnista invitada

Hola a todos, me llamo Daniela y quiero contarles algunas de mis experiencias, empezando por la primera, cuando perdí la virginidad, sé que para algunas mujeres fue un momento que paso sin pena ni gloria, para algunas traumático, para otras como me paso a mí… uno de los momentos más bonitos y hermosos de mi vida, que siempre recordaré con cariño y hoy he decidido compartirlo con todos ustedes.

Todo empezó cuando mi amiga Raquel, me presentó, a inicios de agosto, a Juan. aunque veraneaba en Coveñas, un pueblo a unos 150 km. de Cartagena, nunca nos habíamos visto. De hecho, hasta en temporada de lluvias solía ir todos los fines de semana, como yo.

Raquel conocía a Juan de la universidad, era un chico muy guapo, le encantaba la música, leer, jugaba en el equipo de fútbol de su barrio en Cartagena, tenía el pelo castaño, ojos verdes y un cuerpo atlético.
Yo por aquel entonces tenía 18 años, era ya toda una mujer, aunque un poco tímida, pero cuando me abría a los demás, era divertida y alegre o eso decían mis amigas.
Tenía muchas cosas en común con Juan, como la música y la lectura. Me parecía bastante a mi madre, que era una verdadera belleza de mujer, yo era bastante guapa, con unos labios bien perfilados y carnosos, pelo oscuro, media melena con unos ojos azules claros y muy grandes, bonitas curvas y unos senos de tamaño normal.
Aquel verano nuestra pandilla de amigos aumentó, pero como siempre a fínales de agosto íbamos quedando ya pocos en la urbanización. En septiembre solo quedábamos Juan y yo. A mí me gustaba desde el principio que le vi, me encantaba verle como jugaban con sus amigos al fútbol en la playa, mientras nosotras tomábamos el sol, me gustaba hablar con el de música, me quedaba embobada cuando hablaba, un día me fue a buscar a casa y fuimos a pasear por la playa, era ya tarde, íbamos hablando de la facultad, de los planes que teníamos cuando termináramos las carreras.
Las olas mojaban nuestros pies y alguna que otra nos salpicaba más de la cuenta, una de ellas rompió fuerte y no me tiro gracias a que Juan me cogió de la mano, a partir de ese momento nuestras manos no se soltaron hasta llegar a mi casa, durante el camino sentía como escalofríos por todo el cuerpo, llegamos a la puerta de mi casa, me dio las buenas noches con un beso en la mejilla y se despidió hasta mañana. Al entrar en casa estaba tan feliz, y solo deseaba que pasara la noche para volver a estar con él.

Ese año, a pesar de estar en diferentes facultades, nos veíamos casi a diario, para comer, para ir al cine y contábamos las horas para que llegara el fin de semana y poder estar más tiempo juntos, pasear por la playa, sentarnos en un banco del parque viendo el atardecer mientras nos besábamos; al igual que yo a él, Juan ya se sabía de memoria mi cuerpo, todas mis curvas, aunque nunca habíamos profundizado, simplemente nos rozábamos y quizás nos poníamos demasiado calientes, pero hasta ahí.
Estaba terminando el verano yo había cumplido 19 años en julio, mis padres en septiembre como siempre se suelen volver a Cartagena, yo no quería marcharme y decidí quedarme una semana más, la primera vez que me iba a quedar sola, para mí fue una semana inolvidable.
El lunes después de despedir a mis padres, fui a casa de Juan, habíamos quedado para ir a la playa con unas amigas mías, pasamos todo el día en la playa y a media tarde Juan y yo decidimos ir a la piscina de mis padres y pasar allí el resto de la tarde.
Estábamos jugando en el agua a ver quién hacia más aguadillas, me acuerdo que me abracé a él para que no pudiera hacerme nada, le rodeé con mis piernas su cuerpo y empezamos a besarnos, estábamos solos en casa con lo que no había peligro de miradas indiscretas; los besos cada vez más profundos, las caricias más sensuales, notaba su pene por debajo del bañador como le crecía. Juan apartó mi bikini y acaricio mis pechos, fue la primera vez que sentí sus labios en ellos.
Estaba muy nerviosa, le deseaba pero tenía miedo, sabía que si seguía podría pasar cualquier cosa, y más sabiendo que teníamos la casa para nosotros solos, los juegos se habían terminado, ahora éramos dos enamorados jugando al juego del amor, nuestros pechos unidos, nuestros labios no se despegaban, había roces continuos entre nuestros sexos, podía notar su pene ahora mucho más grande y duro, chocando con mi vulva una y otra vez, me ardía el deseo de tenerlo, ardía en el deseo de entregarme a él.

Tenía miedo, era un paso en nuestra relación que sabía que tarde o temprano llegaría, de hecho, Juan me lo había planteado ya en alguna ocasión, pero yo no estaba preparada, él lo entendía y esperaba. Las sensaciones que tenía aquel día eran, no sé, supongo que eran diferentes, notaba mi mente preparada, mis pechos duros y los pezones se habían agrandado como nunca, sentía hinchado mi clítoris y mi vagina realmente mojada, aquel era el día, aquel fue el día elegido y Juan mi compañero de viaje.

Me separé de Juan y me dirigí a las escaleras, salí de la piscina y desde arriba mirándole a los ojos me desabroche el bikini, lo deje caer al suelo y me dirigí hacia la casa, de un salto Juan salió de la piscina, me siguió, me alcanzó antes de pasar por la puerta, me cogió de la mano y se dejó llevar.

A pesar de estar mojados subimos hasta mi habitación, ni una palabra, ni una mirada hasta que no llegamos al pie de la cama.

- ¿Estás segura?, no me importa esperar. -Me pregunto Juan
- Ya lo sé, y quiero que sea hoy y que seas tú. -Le respondí

Estábamos de pie junto a la cama, nos acariciábamos el cuerpo sin besarnos, Juan pasaba suavemente sus dedos sobre mis hombros, los besaba suavemente, yo acariciaba sus brazos y su espalda. Sus manos fueron bajando despacio a mis pechos, sentía como acariciaba mis pezones con mucha delicadeza como si me los fuera a romper, una sensación de placer recorrió mi cuerpo cundo sus labios se posaron en ellos, dándome pequeños mordiscos.

Me agaché y le quite el bañador, nunca había visto un pene en directo, lo cogí y lo metí en mi boca, note que Juan daba un paso atrás seguido de un pequeño gemido de placer, nunca había hecho aquello, simplemente le chupaba la cabeza del pene y luego me la metía y sacaba, era un sabor extraño una sensación extraña, le miraba y veía como le gustaba, como meneaba su cadera para metérmelo en mi boca.
Juan me levantó y me besó tumbándome en la cama, sus besos iban recorriendo mi cuerpo, cuando llegaron a mi cadera metió sus dedos por debajo de la braga del bikini, sus dedos por primera vez estaban acariciando zona prohibida, recorriendo mis labios, rozando mi abertura vaginal, estaba realmente mojada tenía la braga empapada de mis fluidos. Besándome en la tripa me fue quitando poco a poco el bikini, hasta dejarme completamente desnuda. Ahora sus labios se entretenían con mi vulva, su lengua recorría el camino entre mi vagina y mi clítoris, haciendo que mi cuerpo se estremeciera por completo, ya estaba preparada para recibirlo, entre jadeos le llame para que subiera y me besara.

Estaba muy nerviosa, no sabía si me dolería, no sabía si me gustaría, lo que tenía muy claro es que lo deseaba, estaba ardiendo de deseo, un deseo que acabó cuando Juan me abrió más las piernas y noté como la cabeza de su pene empezaba a entrar en mi vagina. Yo estaba tan mojada que con un pequeño empujón su pene se deslizó con facilidad entrando prácticamente hasta el fondo, sentí un pequeño dolor, seguido de unas molestias cuando empezó a moverse, a entrar y salir de mí, pero enseguida empecé a sentir una oleada de sensaciones nuevas, pasé del dolor y las molestias a pedirle que no parara.
Juan sacaba su pene casi por completo para volverlo a meter, me besaba el cuello, mi cuerpo se estremecía, mi vagina se inundaba aún más, sus penetraciones eran más profundas, no parábamos de gemir, no paraba de abrazarle, notaba como me llenaba, Juan empezó a moverse más rápido y con un grito sacó el pene de mí, eyaculando en mí estómago.
Se tumbó a mi lado, parecía que se había dormido, yo le acariciaba el pecho y veía su pene con un hilo de sangre, supongo que era mía, acababa de perder la virginidad con él, y él conmigo.
Aquella noche no pasó nada más, él se fue a su casa y yo me quedé sola pero muy feliz, la semana pasó como un suspiro, volvimos hacer el amor el resto de los días, íbamos aprendiendo el uno del otro, cada vez era mejor, al principio utilizamos preservativos, pero al estar tomando la píldora para regular mi regla, ese último día decidí no utilizarlo.
Era el último día de nuestras pequeñas vacaciones en casa de mis padres, desde el miércoles se había quedado incluso a dormir, era domingo y por la tarde volvíamos a Cartagena, aquella mañana empezó a llover así nos quedamos en casa y estuvimos prácticamente toda la mañana metidos en la cama dando rienda suelta a nuestra pasión.
Nada más despertar, empecé a acariciar su cuerpo, tenía el pene ya bastante duro lo que me sorprendió, Juan seguía adormilado cuando empecé a acariciarlo y a chupárselo. Terminé por ponérselo enorme y muy duro, lo quería para mí, me había levantado con ganas de él, no hacía falta que me quitara las bragas, ya que nos habíamos quedado dormidos desnudos la noche anterior, ya estaba despierto por completo, yo estaba muy excitada, tenía mi vagina muy mojada, me senté a horcajadas sobre él, hacia una semana que estábamos juntos y solamente habíamos probado una postura.
Empecé a mover mis caderas arriba y abajo, su pene se deslizaba a través de mis labios, Juan me agarraba los pechos, me levanté un poco intentando que entrara, tuve que guiarla con la mano hasta mi vagina, notaba su cabeza en mi abertura, ya estaba dentro, se introdujo hasta el fondo, nunca antes la había sentido tan dentro de mí, ¡ah!, un pequeño grito de placer salió de mí cuando me penetró.
Me movía arriba y abajo, la sacaba un poco quedándose solo la cabeza de su pene dentro de mí y poco a poco se iba metiendo más y más, era como si mi vagina le succionara el pene, mi vagina se contraía contra ella, realmente no sabía cómo lo hacía, pero la sensación de placer era enorme para los dos. Grité de placer, mis manos apretaban fuerte las sabanas, me empecé a mover rápido, su pene se deslizaba dentro de mí, entrando y saliendo con rapidez; grité muy alto del placer que me estaba causando y me desplomé sobre su cuerpo.
Aproveche para besarlo, estábamos sudorosos, mis pechos aplastados contra su cuerpo resbalaban sobre él, nos besábamos apasionadamente mientras que empecé nuevamente a moverme, Juan me susurro que no se había puesto el condón, le dije que no se preocupara, que estaba tomando la píldora y quería sentir su semen dentro de mí. Esto nos puso aún más calientes, sobre todo a Juan pues empezó a elevar su pelvis, me penetraba una y otra vez, cada vez más rápido, cada vez más profundo.

-Así, así, no pares, sigue por favor. -Le gritaba.
- ¡Ah!

Empecé a gritar de placer, notaba algo que no había sentido todavía, mi cuerpo se paralizaba por momentos, se estremecía, llegué a un punto de no controlarlo.

Acompañado de un fuerte grito, Juan empezó a eyacular dentro de mí, sentí como un chorro de su semen caliente golpeaba en mi interior segundos antes de que sintiera como mi vagina se inundase por completo, el placer fue tan enorme que no pude reprimir los gritos, acababa de tener mi primer orgasmo.

Terminamos exhaustos, me llevé los dedos a mi vagina y de ella salían todo tipo de fluidos. Me levante a lavarme, pero de nada sirvió, pues estando en la ducha, Juan se abalanzó sobre mí, me besaba la espalda, el cuello, hizo que me abriera de piernas y metió nuevamente su pene por detrás en mi vagina.
Aquella mañana no salimos de cama, un aura de ternura y pasión nos envolvía, terminamos haciendo el amor por todas partes, en la cocina, en el salón, hasta en el suelo del pasillo, los orgasmos se multiplicaron aquella mañana, un día que nos dejamos llevar por nuestros instintos más básicos.
Al final de ese curso a Juan le concedieron una beca para estudiar en los Estados Unidos, se fue a mediados junio y ni las redes sociales pudieron con la distancia que nos separaba y nuestra relación se enfrió.


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