Hermanitas de sangre y leche
Capítulo IV: Volviendo al origen
El encuentro sexual con Katherine fue un punto de
quiebre en mi vida. Me llenó de la confianza de la que carecí por tanto tiempo.
Luego de varios años fui capaz de aventurarme a seducir mujeres y tener
relaciones con algunas. Sin embargo, ninguna logró generarme lo que sí logró
Katherine, pero a ella no le vería, por lo menos, hasta el siguiente año.
No soportaba la idea de que ella estuviera
fornicando con alguien más en su ciudad, que de seguro sería así, tratándose de
una chica con un apetito sexual tan notorio y de gran belleza. Pero no podía
hacer nada más allá de resignarme y esperar a que terminara el año para volver
a tener la oportunidad de poseerla.
En los meses restantes de ese año seguí con mis
estudios, disfrutando de esos años de vida universitaria en los que abunda el
licor, la fiesta y el sexo.
También cambió radicalmente mi relación con Alexandra,
pues a pesar de que se daban oportunidades para follar, no lo hacíamos. Solo
hubo una ocasión en que se dio.
Fue el 31 de octubre, día en que acá, en Bogotá, se
realizan fiestas de disfraces por toda la ciudad. Para ese año fuimos con
Camilo, Alexandra y su novio, y un par de compañeras de la universidad, a una
que organizaban en un bar del norte de la ciudad.
Camilo tenía cuento con una de ellas, por lo que se
suponía que yo tenía que conformarme con la otra. Pero en este caso se trataba
de la amiga fea de la vieja buena. A mi poco me atraía, pero de no lograr
conquistar a nadie más esa noche, tendría que conformarme con ella. De todas formas
no sería sencillo, pues al parecer yo le generaba tanto deseo como el que ella
a mí.
Yo traté de congeniar con alguna otra chica en el bar,
pero no era mi noche. Luego de un rato regresé derrotado a la mesa en la que
estaba el grupo con el que había llegado. No me quedaba más opción que tratar
de pasarla bien, bailando ocasionalmente con la amiga fea, que por cierto se
llama Leidy, con Alexandra, y quizá ocasionalmente con Catalina, la amiga
buena, a la que Camilo difícilmente soltaba.
Pasada la medianoche el licor había derrotado al novio
de Alexandra, que luchaba contra sí mismo para no dormirse sobre la mesa, pero
eso era algo que tarde o temprano iba a ocurrir.
A esa altura de la noche creo que todos estábamos en
cierto grado afectados por el consumo de licor. En Alexandra también era muy
notorio, y yo decidí que tenía que aprovechar la oportunidad.
Le propuse bailar a lo que ella accedió. Poco a poco
nos fuimos mezclando y perdiendo entre la multitud de cuerpos que bailaban en
el lugar. Esa noche Alexandra lucía un clásico disfraz de diabla con un pequeño
top y una falda muy cortita, que dejaba expuestas sus piernas en todo su
esplendor y en cierta medida el monumental par de nalgas que tenía. Su sensual
apariencia sumada a sus movimientos al ritmo del reguetón, fueron despertando
la excitación que no había sentido por ella en meses.
Era imposible no rozar y no frotar nuestros cuerpos al
ritmo del “género urbano”. Esta situación generó, rápidamente, una erección que
no pude disimular. Creo que tampoco tenía la intención de hacerlo, es más, mi
intención era hacer que Alexandra lo notara. Y así fue.
Ella no parecía molesta con ello, incluso frotaba
constantemente su culo para sentir mi excitación. Literalmente nos
restregábamos, tal y como piden el 95% de las letras en el reguetón. Ella
bailaba dándome la espalda, yo la tomaba de su vientre con una de mis manos,
tratando de empujarla hacia mí. Le susurré al oído que lo hiciéramos, a lo que
ella accedió sin mayor complicación.
Fuimos al baño de mujeres a cumplir nuestra fantasía.
Sabíamos, o por lo menos yo, que debíamos ser rápidos, pues cualquier demora
podría generar sospecha para su novio o cualquiera de los otros con los que
habíamos salido esa noche.
Apenas entramos al baño empezamos a besarnos casi que
con desespero. Luego nos encerramos en un cubículo y sin dar tiempo a nada la
apoyé contra una de las paredes, levanté su falda, corrí su tanga hacia un
costado y la penetré. Rápidamente incrementé el ritmo, ella también se movía
con agresividad; parecía como si los dos lleváramos un largo tiempo sin follar,
aunque realmente no era así.
En esa ocasión ninguno de los dos tuvo que contenerse,
los gemidos fueron en aumento con la tranquilidad de no ser escuchados por el
alto volumen de la música.
A pesar de que ya le daba fuertes empellones, ella
pedía que la follara cada vez más duro, así que no escatimé para follarla con
brutalidad. Tanto así que me dejé llevar y empecé a azotarle las nalgas.
Ella parecía disfrutarlo pues me alentaba para que le siguiera azotando su
magnífico culo. Tal fue mi calentura con esa situación que no tarde en
terminar, lo hice sobre su faldita, que para ese momento reposaba sobre la
parte alta de su culo.
Fui el primero de los dos en retornar a la mesa donde
estaban los demás, incluido su novio, que seguía ahí, aplastado contra la mesa
en medio de un sueño profundo, sin sospechar los cuernos que le crecían sin
parar. Me preguntaba si Alexandra lo engañaba solo conmigo o con alguien más.
Ella volvió un par de minutos después, tambaleándose
de la borrachera. No tardó en pedirle a Camilo y los demás que volviéramos a
casa, pues estaba muy ebria como para continuar allí.
Esa iba a ser la última vez que follaría con
Alexandra, pues de no haber sido por el alto estado de alicoramiento, creo que
ninguno de los dos habría accedido a follar con el otro, pues para esa altura
ambos, creo, estábamos aburridos el uno del otro.
Yo seguía frecuentando el apartamento de Camilo, pero
ya no había la maliciosa intención de follar con Alexandra, así se diera la
oportunidad. Iba allí sencillamente porque Camilo era mi amigo y siempre era un
buen plan ir a su hogar, siempre había algo para hacer, o la sencilla
oportunidad de conversar y compartir como buenos amigos...
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