La mujer de mi tío se operó el culo
Recuerdo esa vez que invité a Diego a
un paseo con mi familia. Tendríamos por mucho unos trece años. Él me preguntó
esa vez si tenía alguna prima bonita. Le dije que quizás Vanesa, la mayor
entre el grupo de primos. Pero cuando llegamos y conoció a la familia no se
interesó ni un poco en ella.
“¿Ella es prima tuya?”, preguntó Diego señalando a
Mariela, la esposa de Carlos, uno de mis tíos. En ese entonces se me hacía
imposible sentir atracción por Mariela. Pero a mi amigo se le hacía algo de lo
más normal.
Mientras crecía, la iba viendo en esporádicas ocasiones
en que se reunía la familia. Desde que Diego me había dicho que le gustaba,
quise tratar de verla con otros ojos.
Mariela es una linda mujer. Entre 30 y 40 años, morena,
delgada; bastante recatada. Tiene el pelo negro como el petróleo, los labios
carnosos, una caderita maciza y unos ricos senos, aunque se nota que han sido
diseñados y perfeccionados en un quirófano.
Poco a poco fui empezando a sentir atracción por ella,
aunque trataba de reprimirlo porque lo consideraba enfermizo. En ocasiones me
resultaba imposible no perderme en sus senos; difícilmente los exponía, pero
con que usara una camisa ajustada a mí me bastaba.
Mi principal argumento para reprimir mi deseo era que
Mariela no tenía un buen culo. Me convencía a mí mismo de no mirarla con esos
ojos lujuriosos ya que le faltaba tener un gran culo. En verdad, su culo no era lindo. De hecho, no se diferenciaba
mucho del de un hombre.
Como Carlos, mi tío, tenía bastante
dinero no pasó mucho tiempo para que Mariela se retocara sus nalgas. Apenas
circuló el rumor; apenas me enteré, quise constatarlo.
Y ese día llegó, la vi y de verdad que el cirujano
había hecho un gran trabajo
Ahora sí que me resultaba imposible no mirarla con
deseo. Me calentaba en cada reunión familiar en que ella estuviera presente:
navidades, cumpleaños, fin de año, entre otras. Y fue así que empezó a
devorarme esa obsesión por follar con la esposa de mi tío.
Quise cambiar mi actitud hacia ella desde el día en que
vi sus nuevas nalgas ¿Pero cómo demostrarle interés a alguien con quien siempre
he tenido una relación más bien distante?
En varias ocasiones quise hacerle conversación, pero
ella, o era muy tímida o no le interesaba escuchar los pensamientos de un
niñato.
Un día me animé a correr mi rostro mientras me
saludaba. La besé por sorpresa y muy superficialmente, pero la besé. Ella no
fue capaz de armar un escándalo por ello, solo se quedó en silencio y
sorprendida, quizás con algo de enojo, tal vez creyendo que había sido un
error; el caso es que no dijo nada.
Empecé a hacerle esto ocasionalmente, siempre en
circunstancias que el saludo no fuera visto por nadie más, quedaba claro
entonces que no se había tratado de ningún error. Me encantaba hacerle esto;
saber que no tendría la valentía para hacer un escándalo de ello y verle su
cara de molestia. Pero luego vino algo mejor.
Para un fin de año, la familia entera decidió pasarlo
en una ciudad costera del país. Alquilaríamos un apartamento y pasaríamos una
semana allí. Estuve encantado con la idea, sabía que por fin vería a Mariela en
bikini, sabía que por fin me iba a deleitar viendo sus carnes y su piel.
De verdad que me porté como un acosador. Me sentaba en
la playa a verla pasar y si ella decidía ir a la piscina me iba tras de ella.
La veía desfilar durante todo el día. Ella obviamente lo notaba.
En un comienzo parecía molesta, pero luego me dio la
impresión de que le gustaba que la mirara con deseo. Durante esos días me sentí
tentado a abalanzarme sobre ella y hacerla delirar con mi pene en su interior.
Pero algo que terminaba quedándose en fantasía.
Apenas me limitaba a verle esas tetas operadas, bien
redonditas y en su sitio a pesar de que había sido madre. Apreciar ese culo
redondito y paradito que le habrá costado un buen dineral a mi tío.
La semana se fue y yo no hice más que mirarla y luego
hacerme unas pajas en su honor. Pero al volver me sentí arrepentido, se me
había pasado una oportunidad de follar con ella, chance que quizás no se iba a
repetir.
¿Y si me hubiera animado? ¿Sí por lo
menos me hubiera insinuado para salir de dudas?
Pero se había ido la semana y yo no había sido capaz;
ahora estaba rumbo a casa lleno de arrepentimiento.
Sin embargo, la vida me daría revancha. Apenas terminé
la secundaria empecé a buscar trabajo y mi tío Carlos era una persona llena de
contactos, así que le daría mi curriculum para que me ayudara. Hablé con él esa
mañana y me dijo que se lo llevara a su casa esa misma tarde.
Me demoré un buen rato en llegar, el tráfico en
esta ciudad es imposible. Toqué el timbre y quien me abrió la puerta fue
Mariela. Le entregué mi curriculum y le pedí el favor de que se lo diera a mi
tío. Cuando ya iba a irme me dijo “¿No quieres pasar y te tomas un café?”
Acepté ya que no tenía apuro y era una buena
oportunidad para mirarle ese exquisito culo. Me senté en el sillón de la sala a
esperarla mientras preparaba el café.
Como vi que no aparecía por la sala, decidí ir a la
cocina a mirarle ese rico cuerpo. Caminé un poco y me quedé ocultó tras la
pared antes de llegar a la cocina. Me asomaba silenciosamente y le veía ese
portentoso par de nalgas mientras servía agua en una olla. Caminó y de una
gaveta sacó el café, tuvo que estirarse un poco para agarrarlo y su culo quedó
más expuesto que nunca. Me excitó muchísimo verla.
No soporté y entre a la cocina con
actitud desafiante y segura. Rápidamente la tomé de las caderas y empecé a
besarle el cuello. Ella se alejó bruscamente y me dijo:
- ¿Pero qué crees que haces?
- No soporto más Mariela, te deseo como no te imaginas
– Le dije mientras lanzaba una de mis manos sobre sus hermosas tetas.
- Déjame, ¿estás loco?
- ¿Me vas a decir que no me deseas? ¿Que no deseas
hacerlo nuevamente con un hombre joven, lleno de energía? ¿No te parece que
estoy bueno?
- No es eso. Es que no es correcto.
- Tampoco es correcto que mi tío esté con una mujer
como tú, te lleva unos añitos
- Pero esto sería diferente
- ¿Vas a pasar el resto de tu vida sin echar un polvo
con otro que no sea Carlos?
- Con él tampoco hay sexo… Es un gordo putero y por eso
no se lo pienso volver a dar
No podía creer lo que escuchaba, mi tío era un viejo
putero que jamás follaba con su mujer. Le había pagado el culo y esos hermosos
senos, y jamás eran de él. No sabía desde cuando esto era así; empecé a suponer
que Mariela tendría un calentón insoportable, tenía que aprovecharlo sí o sí.
- ¿Lo has traicionado a Carlos?
- No. Ni lo pienso hacer. Ya sabes que soy muy devota.
No hago ese tipo de cosas
- Vamos, cuéntame la verdad, si lo has hecho puedes
contármelo, soy una tumba.
- Es verdad. Te digo que no lo he hecho.
Lancé mi rostro sobre el suyo rápidamente y la empecé a
besar. Duró solo un par de segundos. “¿Pero qué haces?”, dijo mientras me
empujaba. No respondí a nada, solo me quedé observándola mientras ella esperaba
una respuesta. Volví a besarla y la escena se repitió. No me importó que
luciera enojada, que quizás me fuera a meter en uno de los más grandes
problemas de mi vida, estaba decidido.
Lancé mis manos con fuerza hacia sus
senos. Los apreté fuertemente, eran duros, evidentemente operados. Ella seguía
insistiendo en que la dejara tranquila, pero yo estaba desbocado.
La agarré de la nuca y empecé a jalonar su cara hacia
la mía. Le comía esa tiernita boca mientras que con mi otra mano agarraba esas
increíbles tetas. “Que me dejes te digo”, insistía, pero yo no estaba dispuesto
a detenerme, no me importaba nada.
Bajé mi mano y la metí bajo su pantalón. Inicialmente
acaricié su vagina sobre su ropa interior; continuaba besándola. Ella hacía
fuerza para separar su rostro del mío, pero a mí me daba igual porque seguía
besándola por el cuello o por sus mejillas.
No soporté mucho y metí mi mano bajo su tanga. Al bajar
fui notando que Mariela tenía la vagina sin depilar. Normalmente eso me
repugna, pero con esta mujer, no sé por qué, me calentó muchísimo, deliré con su
vagina peluda entre mis dedos.
Introduje un dedo y empecé a estimularla. Ella no podía
creerse nada de lo que pasaba, seguía negándose a hacerlo. Por el contrario, yo
estaba encantado. No iba a dar marcha atrás por ninguna razón. Estaba
jodidamente caliente; mi erección era notoria. Me restregaba contra sus piernas
mientras ella insistía en que me detuviese.
Poco a poco mi dedo en su coñito fue haciéndola cambiar
de parecer. Sus reclamos pidiendo que me detuviera fueron desapareciendo con el
paso de los minutos, de hecho, los fue reemplazando por unos tímidos suspiros
Ya no se negaba a besarme. Con mi otra mano agarraba fuertemente uno de sus
senos, lo jalaba, lo apretaba; hacía un deleite del momento.
Ella se fue excitando y empezó a pedirme que le
metiera más dedos. Ya estaba tan mojada que cuando metí dos, se deslizaron sin
dificultad alguna. Cuando metí un tercero me excité tanto que tuve que sacar
rápidamente mi mano. La tomé de las caderas y luego empecé a quitarle el
pantalón con total desesperación. Después hice lo mismo con el mío. La tanga
también se la quité con brusquedad.
Se la metí inmediatamente. Aún recuerdo como ardía el
coño de la exquisita esposa de mi tío. Desde el comienzo la follé con dureza y
ella insistía a cada momento en que lo hiciera más duro. La sacudía con
desesperación; me excitaba que a ella le calentara que la follaran
agresivamente.
Tomé su camisa y la saqué con mucho apuro. Estaba desesperado
por ver y sentir sus tetas entre mis manos. Su sostén no fue obstáculo, apenas
lo vi, se lo arranqué.
Me calentaba mucho verle su cara de frustrada, su
rostro de puta desesperada. Me excitaba verle esa cinturita y ese abdomen en
plena forma a pesar de su edad y de haber tenido un hijo. Sentí que estaba a
punto de correrme, pero aún no quería terminar. Quería seguir disfrutando de
Mariela, al fin y al cabo la había deseado por muchos años.
La saqué, luego tome a Mariela y le di vuelta. Por fin
veía de frente ese culo que le había costado tantos devaluados pesos a mi tío.
Por supuesto, no pensaba penetrarla por el culo, sentía que podía exceder su
confianza ya que era la primera vez que follábamos.
La penetré por su hirviente vagina, la tomé de las
caderas y empecé a empujarla con dureza. Ella me pedía que la agarrara del pelo
y así lo hice; claro que no duró mucho, porque con el paso de un par de minutos
dejé caer mi torso sobre el suyo, me aferré de sus senos y la follé con
vehemencia. El resultado fue una tremenda descarga, un orgasmo que por
instantes parecía no iba a tener fin. Una vez salí del trance, noté que me
había corrido dentro de ella. En el momento en que lo noté casi me infarto.
Pero ella me tranquilizó. Me contó que se había hecho una ligadura de trompas
por si algún día a mi tío se le daba por pedirle otro hijo. “No pienso ser
madre otra vez, que se olvidé...”.
Se vistió rápidamente y empezó a pedirme que me fuera.
Yo quería darle un beso de despedida pero ella volvió a la actitud inicial.
Tuvo que ponerse su pantalón así no más; su tanga ya estaba guardada en uno de
los bolsillos de mi pantalón, era mi trofeo de guerra.
Me vestí y salí apurado por la insistencia de Mariela.
De nuevo a pasar mínimo una hora encerrado en un bus, pero esta vez iba a ser
especial, me iría pensando en lo que había acabado de pasar. Fue una hora en la
que estuve preguntándome ¿Será que vuelve a pasar?
Muy buen cuento. O anecdota.
ResponderEliminarHasta me calenté un poco por Mariela y todo...
Jajajaja